Aunque fui muchas a la consulta
de su hija, que era mi pediatra, nunca lo vi a él, el libretista de zarzuela
más conocido junto a Guillermo Fernández – Shaw. María del Socorro y su hermana
Pilar, que yo recuerde, vivían con sus padres en la calle Españoleto de Madrid
y tenían otro piso, unos números más arriba en donde pasaba consulta por las
tardes María del Socorro que era directora del Instituto Español de Hematología
y Hemoterapia y que estaba en General Oraa. Recuerdo los viajes en taxi hasta
la calle mencionada y la consulta en donde tenía una máquina de rayos X. Su padre,
Federico Romero Sarachaga, había nacido en Oviedo en 1886, pero se consideraba
manchego de La Solana, población de la que fue nombrado hijo adoptivo. Fue
profesionalmente telegrafista, pero su gran ocupación fue escribir libretos de
zarzuelas tan conocidas como Doña Francisquita de Amadeo Vives, Luisa Fernanda,
de Moreno Torroba o la Rosa del azafrán del maestro Guerrero. Pero su
producción no se queda aquí pues, en más de treinta y cinco años de actividad,
escribió más de sesenta y cinco libretos. Cuando murió, en 1976, a los noventa
años, su entierro fue toda una manifestación de duelo y el propio presidente
del Gobierno, a la sazón Carlos Arias Navarro, presidió el entierro. No sé si
eso era un honor o un horror, pero como pasó lo cuento. La última vez que vi a
mi pediatra, la doctora Romero que era como la conocíamos en casa, fue cuando,
en medio de una adolescencia turbulenta, fui a su consulta, como cuando era un niño, y me diagnosticó que tenía el “cuore”
grande por lo que mi madre me llevó a la Fundación Jiménez Díaz en la que, tras
una exhaustiva revisión, quedó todo en un susto. Ya de más mayor, creo que en
la Facultad, visité aquella casa
familiar de los Romero, a la que nunca había entrado. Recuerdo el retrato de Amadeo Vives, mi
querido don Amadeo, encima del piano. Ya no supe más de “la doctora Romero”
hasta que por estas maravillas de la técnica he visto que murió en el 2013 con
noventa y cuatro años de edad. Ninguna de las dos hermanas Romero Sánchez tenía
hijos así que no hay herederos directos de don Federico Romero, el gran
libretista, cuya hija me atendió de pequeño. ¿Habrá tenido este hecho la culpa
de que sea yo un amante de la zarzuela? Puede ser.
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