¡Qué mentiras nos meten en los libros de texto! No sólo en las autonomías (perdón, naciones) en donde desde hace años se hace una verdadera apología del terrorismo manipulando la historia, sino también en Literatura en cuyos libros se afirma sin rebozo que, sin la transcendencia ni las consecuencias con lo dicho anteriormente, en el siglo XVIII, no hubo poesía en España y se quedan tan frescos. Entonces, la conocida como Escuela de Salamanca: ¿Qué fue? ¿Un espejismo? ¿Una quimera? Por ella anduvieron poetas como Nicasio Gallego. Álvarez Cienfuegos, Meléndez Valdés, José Cadalso, José Iglesias de la Casa, José Somoza, el ilustrado de Piedrahita, y hasta don Gaspar Melchor de Jovellanos, el patriota, y otros que usaron de una poesía elegante, bien construida, con referencias a los griegos (véase sus anacreónticas). En 1948, César Real de la Riva escribía un estudio que llevaba por nombre La escuela poética salmantina del siglo XVIII, pero, desde esa fecha, lo libros se empecinan en decir que en el siglo de las Luces no hubo poesía en España y ni las LOGSES, ni las LOMCES ni las LODES que Dios confunda han mejorado esta ridícula situación que es, además, injusta. Y, si no, leed este soneto de Meléndez Valdés y juzgad:
Suelta mi palomita pequeñuela,
y déjamela libre, ladrón fiero;
suéltamela, pues ves cuánto la quiero,
y mi dolor con ella se consuela.
Tú allá me la entretienes con cautela;
dos noches no ha venido, aunque la espero.
¡Ay!, si esta se detiene, cierto muero;
suéltala, ¡oh crudo!, y tú verás cuál vuela.
Si señas quieres, el color de nieve,
manchadas las alitas, amorosa
la vista, y el arrullo soberano,
lumbroso el cuello, y el piquito breve...
mas suéltala y verásla bulliciosa
cuál viene y pica de mi palma el grano.
y déjamela libre, ladrón fiero;
suéltamela, pues ves cuánto la quiero,
y mi dolor con ella se consuela.
Tú allá me la entretienes con cautela;
dos noches no ha venido, aunque la espero.
¡Ay!, si esta se detiene, cierto muero;
suéltala, ¡oh crudo!, y tú verás cuál vuela.
Si señas quieres, el color de nieve,
manchadas las alitas, amorosa
la vista, y el arrullo soberano,
lumbroso el cuello, y el piquito breve...
mas suéltala y verásla bulliciosa
cuál viene y pica de mi palma el grano.
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