sábado, 14 de octubre de 2017

EL MARQUÉS DE PEÑAS ALBAS


Don Bernardino de Melgar y Álvarez - Abreu, Marqués de San Juan de Peñas Albas, nació por azares del destino en Mondragón, un día de santa Teresa del año de 1863. Era hijo de Juan de Melgar y Quintano y de doña María del Campanar Álvarez- Abreu y Álvarez de las Asturias Bohorques. Siento cortar la genealogía de tan ilustre noble para contar esta anecdotilla, pero es que no me resisto: en un elegante colegio matritense, había un chaval que se

llamaba Bohorques de las Asturias y Bohorques de las Asturias y Bohorques por lo que los profesores de tan distinguido centro lo nombraban como Bohorques3.

En fin, seguimos. En su palacio de Ávila, hoy Parador Nacional de Turismo, reunió una colección de objetos relacionados con la tauromaquia, el folklore y las artes plásticas que hoy están en el palacio de los Deanes de la capital castellana, lugar en donde está el Museo de Ávila. También tuvo una biblioteca teresiana (recordemos que nació el día de la Santa) en la que se incluían numerosos autógrafos de la santa abulense y que hoy en día están en la Biblioteca Pública de Ávila. Su obra es inmensa, tanto como historiador, como cronista de Ávila. Fue miembro de la Real Academia de la Historia y, puestos a coleccionar marquesados,  fue también Marques de Benavites (título que rehabilitó en 1893) y VI Marqués de Canales y Chozas. Tuvo acta de diputado por Castellón en varias legislaturas y senador por Murcia. De sus libros, me es especialmente querido el que lleva por nombre Ávila del Rey que publicó en la imprenta de Senén Martín.

         Como final,  deciros que escribió un libro,  Héroes y mártires de la aristocracia española,  julio 1936-marzo de 1939 en el que recoge los hijos de nobles que murieron durante la Guerra Civil. En este libro aparecen los hijos del conde de Gamazo y lo he usado para mi interminable ensayo histórico sobre Boecillo. Lógicamente, el marqués había estado de parte de Franco durante la Guerra.

         Y ya, para terminar, contaros una curiosa costumbre del marqués. En Madrid, solía mandar a un criado que cogiera tranvías al azar y él hacía lo propio por otra parte de Madrid. ¿Para qué? Pues para conseguir billetes capicúas de los que el noble era un gran coleccionista. ¡Cómo se ve que tenían servidumbre y les daba tiempo para todo!

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