La
segunda proclamación se produjo en 1873, como Estado catalán y dentro de la efímera
Primera República Española que duró menos que un pastel en la puerta de un colegio.
Nada se sabe de sus proclamadores, pero no debieron de salir bien parados.
La
tercera proclamación fue la de Maciá en 1931 que falleció a los dos años
supongo de muerte natural, pero tampoco lo puedo asegurar.
La
cuarta, la de Companys, elevado a los altares en la actualidad, pero que se
quedó solo fusilando, -muy democráticamente eso sí- a los que no pensaban como
él, fue en 1934, aprovechando el “tirón” de esa Preguerra que fue la Revolución
de Asturias. A río revuelto, ganancia de pescadores. Companys acabó en la
cárcel, pero fue indultado por el gobierno del Frente Popular. Moriría más
tarde fusilado por el gallego del bigote. (El gallego de la barba y el registro
de la propiedad en Guardamar de Segura vendría después)
La
quinta es la de Puigdemont. No sé cómo va a ser su suerte, pero el hombre del
peinado al estilo fregona se ha marchado a Bélgica. En el pecado lleva su
penitencia. Si aguanta la vida belga (que ya es aguantar) veremos lo que le ocurre, pero no le auguro
nada bueno. ¡Carles, meu amic, te has
buscado la ruina!
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