Una de las mayores alegrías que tuve en mi infancia
fueron los días luminosos en que iba con mi abuelo a la tienda de bicicletas
Berrendero que estaba y está en la plaza del General Álvarez de Castro, el
heroico general que defendió Gerona del sitio de los franceses. El nombre de
don Julián Berrendero sonaba a gloria en mis oídos infantiles. Pero ¿quién fue
Julián Berrendero?
Pues un ciclista que había nacido en San Agustín de
Guadalix, pueblo serrano de Madrid en 1912 y que en 1941 y 1942 había ganado la
Vuelta a España. A parte de esos dos títulos, Berrendero tenía un palmarés
envidiable y como gran hazaña, contaré cuando en 1937, en la etapa Luchon – Pau
del Tour de Francia, Berrendero, tras escalar el Peyresourde, el Aspin, el
Tourmalet y el Aubisque, llegó el primero con más de dos minutos de ventaja
sobre sus rivales. Un fenómeno.
Con
Manuel Real fundó esa tienda – muy pequeña- que yo conocí y que, pasado el
tiempo, pasó a manos de su sobrino Juan Berrendero. Don Julián se nos fue un
primero de agosto de 1995, pero de él queda la magia de sus escaladas y mi
ilusión cuando iba a su tienda en donde las paredes estaban decoradas con
fotografías suyas en blanco y negro. Un periodista francés lo dijo con gran
belleza y justicia: “Tiene el más bello estilo de todos los escaladores, trepa de
maravilla y sube mejor cuanto más dura sea la pendiente”.
Si
alguno que lea este blog, va por su tienda, acordaos de aquel niño cuyas tardes
más felices olían a cubiertas y parches de la tienda de don Julián Berrendero
al que, en su época, debido a sus ojos azules y su
tez morena, apodaron como “el negro de los ojos claros”.
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