En estos
días de tanta tensión política, cuando estamos sufriendo el mayor golpe contra
el Estado en la historia moderna de España, me gustaría hablaros de una mujer
buena que nació en una familia pobre de Madrid, su padre era lechero y también
labrador; la madre, como tantas mujeres en España, se dedicaba a eso tan
socorrido, pero tan necesario para la familia, como eran “sus labores”, que, en
el Carnet de Identidad, aparecía como S.L. Tiene Manolita una hermana que se
cría con ella y muy pronto ven las comadres del barrio que la niña es muy
buena: “esta Manolita va para santa”. Y no se equivocaron porque aquella niña
buena que había nacido en 1824 responde a la llamada de don Miguel Martínez,
párroco de San José, en mi muy querido barrio de Chamberí y, aunque el párroco
buscaba jóvenes de más alto nivel social, acaba aceptando a Manolita. Era el
año de 1850 y, un año después, Manuela, escasa de letras, pero sobrada de amor,
el 15 de agosto de 1851, en el acto inaugural de las Siervas de María,
Ministras de los enfermos, Manolita recibe el nombre religioso de María
Soledad. Tan sólo seis años después, cuando don Miguel se ha marchado a la
Guinea de misionero, Soledad ya está al frente de las Siervas, esas monjas de
las que hablaba Azorín, esas monjas que cuando cae la noche recorren la ciudad
con carteras en donde llevan labor o lecturas piadosas para pasar la noche con
los enfermos; esas monjas que veía yo en mi adolescencia recorrer las calles en
ayuda de los enfermos en esos momentos crueles de la noche en que los
moribundos sienten la muerte más cercana y creen que ya no verán el alba. Manolita
ha fundado comunidades en Lucena, en Granada, en San Sebastián, en Pamplona, en
Valencia y hasta en Cuba. De nada sirve que el sucesor de don Miguel la arrincone en Getafe porque Soledad no se
arredra y, cuando el tercer director, don Gabino Sánchez, recupere a la monja, todo Madrid se quedará
asombrado de ·”las nuevas monjas” que hacen frente con valentía, fe y amor a
una epidemia de cólera. Manolita murió en su Madrid el 11 de octubre de 1887
con sesenta y un años y todavía hoy vemos a sus monjas, cuando llega la noche,
iniciar sus caminos en auxilio de los enfermos. Fue canonizada por Pablo VI el
25 de enero de 1970 aunque los informes rebelaban algunas “conductas
defectuosas” tales como éstas que recoge el informe: “pese a que lo tenía
prohibido, acarició a apestados y besó a una monja contagiada de viruelas”. Por si eso fuera poco, Manolita “se enfadó un
par de veces”… Es que las de Chamberí tienen mucho carácter y si no que se lo
pregunten a los que conocieron a mi abuela Patro.
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