Se llamó Mariano Eusebio González García y nació en
Irún un 13 de agosto de 1914. Sus padres, al empezar la Guerra Civil, se marcharon
a Bayona en donde el joven Mariano empezó a cantar con grupos vascos. Ya más en
serio, el mutil de Irún pensó en dedicarse a la ópera y
estudió canto en el conservatorio de
Burdeos. En 1943, Max de Rieu lo
contrató para hacer el papel de Ernesto en el Don Pasquale de Donizetti. Su voz
era la de un temor ligero, con una muy buena presencia en los agudos y muy
agradable en la parte media y baja. Sin
embargo, su amistad con el compositor vasco
Francis López le llevó al mundo de la opereta en donde consiguió grandes éxitos
con una Francia rendida a sus pies: El
cantor de Méjico, La belle au Cadix,
o A Jamaica. Mariano Eusebio ya no se
llamaba así, sino que había cambiado su nombre por el de Luis Mariano, mucho
más sonoro, y como tal es recordado, sobre
todo en Francia porque en España, país de machos sin tara, el que apareciera en
fotos con un caniche hacía que no diera la talla en hombría. Otra cosa hubiera
sido si hubiera aparecido pegándole palos al caniche: entonces nadie hubiera
dudado de su virilidad. Luis Mariano se hizo una casa, muy vasca como él, en
Arcangues, y la bautizó como Marianoko Etxea. La muerte se lo llevó con tan
sólo cuenta y seis años, pero su voz sigue sonando para los que amamos la música.
En su funeral, hasta tuvo el buen gusto de que le cantaran el Réquiem Perosi. Ídolo
de los franceses, tal y como ya he dicho antes, el gran tenor francés Roberto
Alagna le ha dedicado hace poco un disco para que las nuevas generaciones francesas
conozcan su repertorio. Aquí con la OT y con La Voz nos conformamos.
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