καὶ πάντες οἱ ἀκούσαντες ἐθαύμασαν περὶ τῶν λαληθέντων ὑπὸ τῶν ποιμένων πρὸς αὐτούς·
Y todos los que escuchaban se admiraban de las cosas que les
habían dicho los pastores.
En
nuestros días, si unos pastores llegan contando una historia semejante en la
que faltaba los cámaras de los mass media,
nadie lo hubiera creído y, desde luego, no nos hubiéramos asombrado porque ya
estamos “curados de espanto”. Nos falta en esta sociedad posmoderna la
capacidad de asombro que fue la que llevó a los filósofos presocráticos a
buscar el principio del mundo y después ese sentido crítico que hace de la
filosofía de los griegos ese texto del que alguien dijo que todo lo que vino después
no son sino notas a pies de página.
Lo dicho: a admirarnos del mundo.
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