Don Vicente
Enrique y Tarancón era hijo de labradores de Burriana, Castellón. Vicente fue
siempre un chiquet despierto y fue
ordenado sacerdote en Vinaroz, un primero de noviembre de 1929 cuando tenía 22
años. Vicente pasó a ser coadjutor y organista en la parroquia de Vinaroz.
Durante la Guerra Incivil apoyó a Franco y, tras la toma de esta ciudad por las
tropas nacionales, volvió a su parroquia y desde allí pasó al arciprestazgo de
Villareal, en julio de 1943. Tenía tan sólo treinta y seis años y con dos más
fue nombrado obispo de Solsona. Fue el obispo más joven de Espñaa y nadie pudo
acallar su voz. Se dio cuenta de que algunos miembros del
gobierno se enriquecían con el estraperlo y con el manejo de las cartillas de
racionamiento. Y publicó la pastoral social, que hemos publicado en una entrada
anterior, El pan nuestro de cada día.
La pastoral, muy dura, sienta mal al
gobierno de Franco que “castiga” a Tarancón durante dieciocho años en esa
diócesis. De nada le valieron las protestas y, cuando Vicente le preguntó al
nuncio de su Santidad, monseñor Cicognani, que cuándo le sacarían de Solsona,
el nuncio le dijo: “Mira, hijo, hasta que los del gobierno no digieran el pan…”
Participó en el Concilio Vaticano II y recibió el apoyo de Pablo VI. En 1969,
llegó a ser Arzobispo de Toledo y cardenal Primado de España. Tras la muerte de
Casimiro Morcillo, asumió la presidencia de la Conferencia Episcopal Española. Luis
Carrero Blanco murió asesinado en 1973 y, durante su funeral, se oyeron aquellos
estúpidos gritos de ¡Tarancón al paredón!, santo y seña de la canalla
involucionista en España. En 1974 brota el “caso Añoveros”: el obispo de Bilbao
es detenido y el gobierno quiere mandarlo al exilio. La causa, otra pastoral
como la que de don Vicente había escrito casi veinticinco años atrás. Intenta
hablar con Arias Navarro, pero no lo consigue y será Marcelo González Martín,
su sucesor en Toledo el que consiguió hablar con el gobierno y frenar la
expulsión. Aún más odio le tomaron cuando, tras la toma de posesión del
anterior rey, Juan Carlos I, en su homilía, defendió la democracia en España lo
que le valió la etiqueta de “rojo, enemigo del Régimen y compadre de los
etarras”.
La
Santa Sede había apoyado a Tarancón, pero con la elección de Juan Pablo II, don Vicente fue abroncado por el polaco que
era más partidario de la influencia de la religión en el Estado. Esta “bronca”
tuvo lugar en 1985, cuando don Vicente fue
a Roma a presentarle su dimisión que le llegaría poco después, tras el
viaje de Juan Pablo II a España y el triunfo de Felipe González en la elecciones.
El
chiquet se retiró a su tierra natal
para escribir sus memorias que llevan el muy agustino título de Confesiones. Murió en 1994 a causa de
una bronquitis.
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