Siguiendo
en la misma línea de la entrada anterior, os confieso que un servidor no sólo
veía el concierto de Año Nuevo, sino que nunca se perdía la competición de
saltos de Garmisch- Partenkirchen, la bella ciudad bávara en donde vivió
Richard Strauss. Para un niño como era yo por entonces enamorado de la nieve,
ver aquel trampolín gigante y aquellos saltadores que volaban más de cien
metros era un espectáculo que estaba esperando todo el año sobre todo porque el
único trampolín de saltos que conocía era el que estaba en la pista del
Escaparate de Navacerrada en donde Ricardo Vicente-Arche se había proclamado
campeón de España por los años cincuenta, tal y como me contaba el gran Pepín
Folliot. El concurso de saltos se celebraba mientras comíamos y terminaba sobre
las tres, un poco antes de que repitieran el especial de Nochevieja de TVE, por
entonces – Deo gratias- la única cadena que había en España y en el que no
faltaban los chistes de Pajares, Esteso y, más adelante, la empanadilla de
Martes y Trece. O tempora, o mores!
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