Quiero hablaros de dos novelas de Rosa Chacel: Memorias de Leticia Valle y Barrio de Maravillas. La segunda la
había leído hacía bastantes años y la segunda, pese a conocerla por la película
que supuso el debut de Emma Suárez, no la había leído. Vayamos con la primera.
Leticia
es una niña vallisoletana cuyo padre ha vuelto mutilado de la guerra. En aquella
casa sin madre, Leticia vive con su padre y con su tía. Hay también unas tías
mayores a las que la niña visita en el Valladolid de la posguerra. Cuando la
familia decide irse a Simancas, Leticia conocerá a las gentes del pueblo, pero
también conocerá a don Daniel, el marido de su maestra particular, con el que
sentirá algo muy especial, más admiración intelectual que nada relacionado con
la atracción sexual -y aprovecho para decir que no hay, a mi modo de ver, entre don Daniel y Leticia ningún tipo de
“carnalidad” y que lo que sí existe entre ellos es tan sólo una admiración que
la niña siente por alguien mayor en conocimiento. No obstante, si se diera esa
atracción sexual, estaría ésta en las miradas de don Daniel que, obviamente, no
podemos ver en el libro por muy bien que escriba Chacel. . No es por tanto
Leticia un adelanto de la Lolita de Nabokov como erróneamente se ha dicho en
demasiadas ocasiones. Leticia, recordemos que estamos en plenos años cuarenta,
sí que es una mujer adelantada a su tiempo que tiene por objetivo ser algo más
que una simple ama de casa. La profesora Carmen Morán Rodríguez, como bien cita
Gonzalo Álvarez Pereletegui de la UVA, ve en Letivia el “núcleo gordiano del
antifeminismo de Rosa Chacel que considera que la mujer tiene que tomar su
papel social sin ni siquiera exigirlo. Por otro lado Morán Rodríguez, ve en el
personaje de don Daniel un trasunto de Ortega que tanto influyó en la escritora
vallisoletana en sus novelas-ensayo si se me permite nombrar así a las novelas
de Rosa Chacel en las que lo intelectual y lo filosófico le dan a su escritura
una situación cercana al ensayo.
De Barrio de Maravillas, deciros que en
esta ocasión son dos niñas, cercanas ya a la adolescencia, las que protagonizan
una novela en donde el ensayo filosófico está muy presente con numerosas
reflexiones que, para algunos lectores poco avisados en este género, enturbian
el normal desarrollo de la novela. Es cierto que el estilo de Chacel no es sencillo,
pero su lectura, que tiene que ser obligatoriamente reposada y sin prisas,
tiene momentos de gran brillantez, de hermosas miradas de poeta y de filósofo.
Clara Janés dice que esta es una novela en la que la luz es una protagonista
más y tienen razón.
Ambas
novelas no están de moda. Ya lo sé, pero me gusta lo que no está de moda porque
lo que está de moda es alimentarse con la bazofia que aparecen entre los libros
más vendidos y en sombras y pilares de la tierra no gasto mi
tiempo.
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