Si el Soberano es cosa de hombres, el veneno
es cosa de mujeres. Alfred Döblin, que era psiquiatra, parece afirmarlo en este
libro en el que cuenta un envenenamiento que sucedió de verdad en el Berlín de
principios del siglo XX. Hace años que leí su Berlín Alexander-Platz, cuando estaba en Ávila del rey, y
merecería, cuando pueda y el tiempo y mi programación de lectura me lo permita,
una relectura sosegada. Fassbinder declaraba su amor por Döblin y, sin duda,
tenía poderosas razones para amarle pues estamos ante uno de los grandes
escritores alemanes del siglo XX . En el libro se habla de la culpa y de los
atenuantes que pudo tener aquella chica con rasgos psicológicos infantiles para
cometer el crimen; y también se habla de
las razones de su amiga y de la madre de ésta para ser cómplices de tan deleznable
hecho. Pero, ¿estaba preparada la joven Elli para casarse con Link o fueron los
prejuicios pequeño burgueses de su padre lo que la llevaron a esa catastrófica
situación y estado? Como un reloj suizo, el libro nos va llevando por la vida,
por el dolor, por degeneración de los barrios obreros que tan bien conocía
Döblin pues había sido médico en los barrios obreros berlineses. Un libro duro,
pero necesario. Como los cuartetos últimos de Shostakovich.
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