sábado, 8 de septiembre de 2018

KIKI DIMOULÁ O SOÑAR CON UN SUELDO MISERABLE




La coartada

 

Cada vez que te visito
sólo el tiempo transcurrido
de una vez a otra ha cambiado.
Por lo demás, como siempre
se desliza desde mis ojos como un río
turbio tu nombre grabado
—padrino del guión pequeñín
entre las dos fechas,
no vaya a pensar la gente que ha muerto
sin bautizar la duración de tu vida.
A continuación limpio las mustias
cagaditas de las flores añadiendo
algo de arcilla roja donde se ha depositado negra
y le cambio, finalmente, el vaso a la lamparilla
por otro limpio que traigo.

Nada más volver a casa
a conciencia lavaré el sucio
desinfectando con lejías
y cáusticas espumas de espanto que echo
cuando me agito con fuerza.
Con guantes siempre y manteniendo mi cuerpo
a gran distancia del pequeño lavabo
para que no me salpiquen las aguas muertas.
Con estropajo metálico de dura aversión rasco
la grasa pegada en los labios del vaso
y en el paladar de la apagada llama
mientras la ira aplasta el ilegal paseo
de algún caracol, usurpador
de la inmovilidad vecina.

Enjuago luego enjuago con escaldante furia
bulle mi intento de volver el vaso a su primer
su alegre su natural uso
el de saciar la sed.
Y queda ya del todo limpio, reluce
ese mi afán hipocondríaco de no querer morir

querido mío, míralo de otro modo:
¿cuándo no ha temido a la muerte el amor?

 

(De un minuto juntos, 1998)  

                                          Este poema que abre la entrada del blog es un poema de la poetisa griega Kiki Dimulá en l versión que de él hace Raquel Pérez Mena. He conocido a esta poetisa gracias  la  colección Romiosyne de la editorial sevillana Point de lunettes. Como esta vez lo he hecho al revés y os he presentado primero el poema y luego mi humilde comentario, prefiero que los comentarios los pongáis vosotros. Tan sólo deciros, tal y como dicen los traductores, el grupo de amigos valencianos “Los jueves a las cinco”, que Dimulá es la poeta de lo poco, la poeta de las cosas pequeñas. Así que ya sólo por eso habría sido capaz de despertar mi interés pues las cosas grandes, al igual que los poderosos del mundo ya tienen sus “cuidadores”; sin embargo, las cosas pequeñas, no. Dimulá, en su vida “civil” fue una humilde funcionaria del Banco de Grecia en el que entró en 1949, al terminar el Bachillerato, y que se jubiló en 1974. Pero también los funcionarios, incluidos los docentes, podemos escribir poesía y como bien dice ella en uno de sus poemas:

 

Claro que sueño

¿se puede vivir sólo de un sueldo miserable?

 

 

 

         ¡Ay si yo te dijera, Kiki Dimulá!

 


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