El otro día, en
Olmedo, mientras nos tomábamos un café mis compañeros y yo, me fije en un grupo
de señores mayores que partían unos tomates rojos y divinos de sus huertas, les
echaban sal y, tras paladearlos y cuando ya habían llegado a sus estómagos, los
regaban con un buen vino. Y se me vino a las mientes que para ser feliz no hace
falta tener tanto dinero como Messi, ni como los youtubers, ni como algunos políticos malnacidos. Como bien sabían
los romanos (que a eso le llamaban
parsimonia) se puede ser muy feliz disfrutando de cosas pequeñas. Ese creo que
es el secreto de la vida y de la paz de espíritu. Esos agricultores olmedanos,
seres virgilianos sin saberlo, estaban dando una lección de “vita beata” a
todos los que se acercaban a aquel bar. Lo malo es que no todos los que
pasaaban con el ruido y la prisa la entendían. O fortunatos nimium, sua
si bona norint agricolas!
que en Román paladino dice: ¡Oh, afortunados agricultores, si conocieran sus
bienes!
No hay comentarios:
Publicar un comentario