En
la entrada anterior, os he hablado de Librado Rogado, el excelso dulzainero
lagunero de adopción y salmantino de nacimiento. En ésta, quiero hablaros de,
en palabras de Carlos Núñez en su concierto vallisoletano de hace unos días, “el
mejor dulzainero de España”. Y no exagera el vigués: primero, porque sabe de lo
que habla y, segundo, porque, cuando le
oyes tocar a este dulzainero sientes, más o menos, que la dulzaina ya no sólo
es un instrumento lleno de expresión, sino que es la expresión misma de un
hombre y músico lleno de sensibilidad, musicalidad y sentimiento. Luis Ángel
Fernández, - “el Paco de Lucía de la
dulzaina” como escuché alguna vez-, es un músico tan excelente que emociona y
emociona porque ha conseguido que su dulzaina sea el trasunto de su alma de la
Tierra de Pinares, de esos pinares en donde la niebla sueña con atardeceres de
oro. Luis Ángel se toca la Jota de Íscar, se bate en duelo con Ramiro González
en Divertimento Folk, - Ramiro (del que ya hablaré en otra entrada) luchando
con su gaita e interpretando un reel y Luis Ángel dándole la réplica con unas
habas- o interpreta el Aria de la Suite nº 3 de Juan Sebastian Bach. Y todo lo
hace con la misma maestría, con la misma emoción, con la misma sabiduría.
Confieso que Luis Ángel me ha hecho llorar de emoción muchas veces, pero nunca
como cuando tocó, en honor y en recuerdo de un joven de Aldeamayor que falleció
por el puto COVID, el “Silencio”. Su dulzaina, como un ángel, fue recorriendo
las calles de la villa de San Martín y se fue posando en los corazones
doloridos por la pérdida de este joven vecino. A Luis Ángel le he oído tocar
muchas veces; ahora lo veo en “Con la música a todas partes” y disfruto porque
también presenta muy bien y hace al programa muy ameno. Creo que Carlos Núñez tiene razón: estamos
ante el mejor dulzainero de España y, me gustaría añadir, ante una excelente
persona. Gracias, Luis Ángel, por hacernos disfrutar con tu arte, con tu
emoción y con tu sentimiento.
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