Comprendo
que, probablemente, no sea un gran poema, pero siempre lo he tenido en estima
aunque aún no ha sido publicado porque forma parte de un muy futuro libro que
se llamará, Deo volente, Las parras
fecundas. Trata de la muerte en el castillo de Arévalo de doña Isabel de
Avis, madre de Isabel la Católica, que murió en ese castillo que, desde la N-VI
se ve conspicuo en un altozano. Os lo dejo y ya me daréis vuestra opinión.
DOÑA ISABEL DE AVIS MUERE EN ARÉVALO
Quizás escuchabas el fluir del Adaja
cuando pensabas en tu dulce niña
que allá, en la mar de Laredo,
despedía los ojos de su loca Juana.
Quizás notaste que crecía la luz del otoño,
que, de pronto, los dorados trigales del verano
ya no ocupaban tu austera habitación de reina
castellana.
Quizás te fundiste en la noche que bebía
en los resecos tesos tu negrura
y luego callaste
mientras Pacheco te acariciaba los ojos
que ya veían en perfecta cordura
el alba alegre de las mañanas de junio
y en perfecta comunión regresabas
a tu reino y a tu lengua de dulzura.
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