Schumann
era sajón, más en concreto de Zwickau, una ciudad que está al suroeste de
Dresde, la ciudad mártir por los bombardeos aliados. En Dresde, Schumann pasó
cuarenta años de su vida hasta que en 1850 estalló la revolución en esta ciudad
y Schumann se encaminó a Renania. Por cierto, en Dresde, estaba otro sajón,
tres años menor que Schumann, que atendía
al casi desconocido nombre entonces de Richard Wagner y que se tomó tan en
serio lo de la revolución que acabó exiliado en Zúrich. Por tanto, ambos,
Robert y Richard, coincidieron en
Dresde: para uno la “Primavera de las Naciones” supuso el marcharse a las
tierras del Rin; para el otro, una vida de exiliado en Suiza. Vamos a quedarnos
con el primero, con Robert. El viaje desde Dresde hasta las orillas del Rin son
unos seiscientos kilómetros y supone un cambio de paisaje y de paisanaje. Renania es, mutantis mutandis, la “Andalucía alemana” y Schumann provenía de
las cejijuntas tierras sajonas. Su llegada a la luz renana, a los viñedos, a las
torres de la catedral de Colonia le harían tanta impresión al músico de Sajonia
como a un asturiano cuando llega a la luz de Cádiz. Puedo haber exagerado, pero
esa idea tengo. Fue entonces cuando Robert compuso su sinfonía “Renana”, llena
de la luz de esta región alemana que, como en casi todas las regiones alemanas
, se habla un dialecto diferente en el que en lugar de Apfel se dice Affel para
referirse a las manzanas. Es decir, que mi comparación entre el asturiano y su
llegada a Cádiz cobra más fuerza al parar mientes en lo del acento distinto.
Sin embargo, esa alegría desbordante le duró poco a Robert que, según algunos
críticos, debido a su intenso trabajo se vio agravado en su enfermedad mental
hasta el punto de que, prisionero de sus alucinaciones, se tiró al Rin en 1854,
pero unos barqueros lo salvaron al recogerlo todavía con vida. Pero ya nada fue
igual. Schumann, ante el agravamiento de su enfermedad, fue llevado al psiquiátrico
de Endenich, cerca de Bonn, en donde murió aquejado de una neumonía. Ya el
nombre del hospital no auguraba nada bueno (Ende, en alemán, es fin) y el sajón
se quedó en Bonn, en una tumba en la que, algunos años después, le iría a hacer
compañía su querida Clara. Una historia muy triste, la verdad.
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