Como
en el caso anterior que ya traté en la entrada que precede a esta, Luisa Castro
y un servidor somos, año más o año menos, coetáneos. Yo la leía en el
suplemento literario de ABC e incluso en la edición nacional cuando mi abuela
Patro leía el periódico que fue de los Luca de Tena. Recuerdo que hicimos el
CAP (curso de adaptación del profesorado o algo así porque nunca lo supe muy
bien) por la misma época y que ella lo tildó de Curso para Aburrir a las Piedras.
El que haya sufrido el CAP me hace solidarizarme con ella y me abre un canal de
simpatía; también el que esta chica de Foz escribiera en gallego y el que fuera
premio Hiperión con Los Versos del eunuco
en 1986 y premio Rey Juan Carlos en 1988 con Los hábitos del artillero. Todo este pedigree debería hacernos gozar con su lectura, pero ¡qué queréis
que os diga!, Amor mi señor, un libro
de 2005, que parte de unos poemas en gallego, lo he leído y no me ha emocionado
pues es, como el caso de El príncipe rojo,
de esa poesía que dice y no dice porque
lo importante es bavarder et faire bruit de mouches que dicen los
franceses, pero no decir. Yo la sigo queriendo porque aguantó el CAP como yo y
porque se arranca con versos gallegos. De sus poemas os regalo éste que me hace
gracia porque ejerce de esposa aburrida.
Buenas
noches
Yo sólo espero
que llegue la noche para poder dormir.
Darán las once -no es la hora
todavía
de que se acuesten los niños-.
Un poco más y podré cerrar los ojos
hasta mañana.
El día me despertará
con la misma disculpa de siempre.
Le perdonaré, sí.
Yo sólo espero
que llegue la noche para poder dormir.
Darán las once -no es la hora
todavía
de que se acuesten los niños-.
Un poco más y podré cerrar los ojos
hasta mañana.
El día me despertará
con la misma disculpa de siempre.
Le perdonaré, sí.
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