Pues resulta que im Hause des reichsten Mannes in Wien , “en
la casa del hombre más rico de Viena” , se les ha ocurrido tener una velada
musical. Han llegado dos compañías musicales, una cómica, liderados por la
pícara Zerbinetta, y otra, una compañía de ópera seria que quieren representar
Ariadna en Naxos. Hay dudas en si situar antes lo cómico o lo serio y esto
provoca la desolación del pobre compositor. Pero el rico señor vienés tiene una
idea genial, una ocurrenza prelibata
que diría Fígaro: las dos obras se van a representar a un tiempo. Esto hunde en
la miseria al pobre compositor que ve como el prohombre no entiende la
profundidad y valía de su obra. Y da
comienzo la obra.
La pobre Ariadna, abandonada por Teseo en Naxos, desea ansiosamente
morirse. Zerbinetta y su compañía cómica intentan alegrar a la pobre Ariadna,
pero no lo consiguen. Entonces, Zerbinetta, tomando la delantera, se dirige a
Ariadna de "mujer a mujer".
Los hombres son infieles por naturaleza; les basta una breve noche, un día frenético
para olvidar a la mujer que aman. Los
hombres son seres a los que no merece la pena amar. Ariadna sigue con su
depresión amorosa. Los compañeros de Zerbinetta, que se toman la vida de manera
cómica, empiezan a perseguirla y la cómica se acaba marchando con Arlequín.
Pero hete aquí que tres ninfas, Náyade,
Dríade y Eco, anuncian la llegada de un forastero a la isla. Ariadna cree que
es Mercurio, el Hermes psicopompos de los griegos que viene a buscarla al
Hades. Pero no es Hermes, sino Baco que, encantado a su vez por Circe, viene a
la isla para cantar su victoria sobre la bruja.
Al ver a Ariadna, Baco se enamora locamente de ella y cree que vuelve a
estar encantado por otra bruja. Pero no hay brujas que valgan pues Ariadna se
da cuenta de que su corazón renace a la luz y ambos cantan un encendido canto
de amor:
ARIADNA
(en los brazos de Baco)
¿Qué tienen tus brazos para mí?
Oh, ¿qué tienen para mí, que me desvanezco,
atrapada por tu aliento?
¿Qué, qué queda de Ariadna?
¿Qué queda, qué queda de Ariadna?
¡Haz que mis tormentos no sean vanos!
(en los brazos de Baco)
¿Qué tienen tus brazos para mí?
Oh, ¿qué tienen para mí, que me desvanezco,
atrapada por tu aliento?
¿Qué, qué queda de Ariadna?
¿Qué queda, qué queda de Ariadna?
¡Haz que mis tormentos no sean vanos!
BACO
Por tus sufrimientos soy poderoso.
¡Ahora goza mi cuerpo del placer celestial!
¡Antes morirán las eternas estrellas
que tú entre mis brazos!
Por tus sufrimientos soy poderoso.
¡Ahora goza mi cuerpo del placer celestial!
¡Antes morirán las eternas estrellas
que tú entre mis brazos!
Y así acaba la Ariadne auf Naxos de Richard Struasuus
con ese libreto bien pergeñado de un poeta que, en nuestro país, requeriría de
más traducciones y que se llamaba de nombre completo Hugo Laurenz August Hofmann von Hofmannsthal. Pero ya nos dedicaremos a
él en otra entrada porque requiere tiempo y espacio su gran quehacer literario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario