lunes, 8 de septiembre de 2014

ARIADNE AUF NAXOS



Pues resulta que  im Hause des reichsten Mannes in Wien , “en la casa del hombre más rico de Viena” , se les ha ocurrido tener una velada musical. Han llegado dos compañías musicales, una cómica, liderados por la pícara Zerbinetta, y otra, una compañía de ópera seria que quieren representar Ariadna en Naxos. Hay dudas en si situar antes lo cómico o lo serio y esto provoca la desolación del pobre compositor. Pero el rico señor vienés tiene una idea genial, una ocurrenza prelibata que diría Fígaro: las dos obras se van a representar a un tiempo. Esto hunde en la miseria al pobre compositor que ve como el prohombre no entiende la profundidad y valía de su obra.  Y da comienzo la obra.

La pobre Ariadna, abandonada por Teseo en Naxos, desea ansiosamente morirse. Zerbinetta y su compañía cómica intentan alegrar a la pobre Ariadna, pero no lo consiguen. Entonces, Zerbinetta, tomando la delantera, se dirige a Ariadna de "mujer a mujer".  Los hombres son infieles por naturaleza;  les basta una breve noche, un día frenético para olvidar  a la mujer que aman. Los hombres son seres a los que no merece la pena amar. Ariadna sigue con su depresión amorosa. Los compañeros de Zerbinetta, que se toman la vida de manera cómica, empiezan a perseguirla y la cómica se acaba marchando con Arlequín.
         Pero hete aquí que tres ninfas, Náyade, Dríade y Eco, anuncian la llegada de un forastero a la isla. Ariadna cree que es Mercurio, el Hermes psicopompos de los griegos que viene a buscarla al Hades. Pero no es Hermes, sino Baco que, encantado a su vez por Circe, viene a la isla para cantar su victoria sobre la bruja.  Al ver a Ariadna, Baco se enamora locamente de ella y cree que vuelve a estar encantado por otra bruja. Pero no hay brujas que valgan pues Ariadna se da cuenta de que su corazón renace a la luz y ambos cantan un encendido canto de amor:

 

ARIADNA
(en los brazos de Baco)
¿Qué tienen tus brazos para mí?
Oh, ¿qué tienen para mí, que me desvanezco,
atrapada por tu aliento?
¿Qué, qué queda de Ariadna?
¿Qué queda, qué queda de Ariadna?
¡Haz que mis tormentos no sean vanos!


 
BACO
Por tus sufrimientos soy poderoso.
¡Ahora goza mi cuerpo del placer celestial!
¡Antes morirán las eternas estrellas
que tú entre mis brazos!

  
Y así acaba la Ariadne auf Naxos de Richard Struasuus con ese libreto bien pergeñado de un poeta que, en nuestro país, requeriría de más traducciones y que se llamaba de nombre completo Hugo Laurenz August Hofmann von Hofmannsthal. Pero ya nos dedicaremos a él en otra entrada porque requiere tiempo y espacio su gran quehacer literario.

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