domingo, 21 de septiembre de 2014

DOÑA MARÍA DE MOLINA




         Pues resulta que en la calle de María de Molina estaba la mantequería de Silanes Platero, el garaje Nervión, en donde mi padre encerraba el coche, y el viejo coche de caballos de los muebles de la esquina con Pinar. María de Molina es una calle que nace en La Castellana, con “la” porque era una fuente de ese nombre, y llega hasta Francisco Silvela, hasta el edificio en cuya terraza volaba un avión de Iberia que se veía de noche desde la azotea de mi casa. En María de Molina está la gasolinera Esmosa e ir o venir a María de Molina era llegar, en aquella niñez mía, hasta unas fronteras lejanas. Pasaron muchos años en que hablaba y oía hablar de esta señora, pero nada sabía de ella. Más tarde, en Valladolid, pude comprobar que había una calle dedicada a María de Molina y lo miré en la vieja enciclopedia Salvat de los años cuarenta (para que no digan los listos que todo lo miro en la Wikipedia, la enciclopedia de los tontos según los eruditos de tres al cuarto). Claro,  allí, aquella vieja enciclopedia,  me contó que era esposa de Sancho IV y madre de Fernando IV y muchos datos sobre ese matrimonio en el que habían cometido pública infamia pues su grado de consanguineidad no permitía tal matrimonio sin el permiso del papa. Pero esto no es lo más importante de doña María de Molina sino que, cuando le tocó gobernar como reina regente fue todo un modelo de prudencia; hasta el punto de que don Fray Gabriel Téllez, Tirso de Molina, le escribió su obra La prudencia en la mujer. Ahora cuando paseo por María de Molina, breve calle vallisoletana la disfruto más como le pasaba a Russel cuando comía melocotones tras saber su procedencia y etimología.

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