sábado, 25 de octubre de 2014

CASTA DE HIDALGOS






He vuelto a delinquir leyendo a Ricardo León. Como veis, no me enmiendo y sigo con mis gustos raros erre que erre. Esta vez ha sido Casta de Hidalgos, esa novela ambientada en Santillana del Mar, que, como dice el tópico, ni es llana, ni es santa, ni tienen mar.  Pero a lo que vamos. Don Jesús de Ceballos es hijo de un viejo hidalgo y un buen día, este joven se marcha de Santillana para dilapidar su vida entre la literatura y vida bohemia. Pero, un buen día, regresa al pueblo que le vio nacer que León lo pinta como una especie de Brujas la muerta, con monasterios y palacios en los que la ruina es su moradora y allí lleva una vida triste, llena de amores y de dolores. Me encanta la conversación con don Elías, el sacerdote de Santillana, y esa personalidad típica de artista que tiene Jesús con muchas de cuyas “neuras” me identifico. Recién leída Don Gonzalo Gonzalo de la Gonzalera de Pereda, la prosa de León me parece menos potente que la del maestro cántabro, pero en nada desdeñable. Ricardo León era un buen escritor que contó con la amistad de Unamuno y al que Cela, al principio de su carrera, pidió consejo. Yo os diría que no os dejarais llevar por prejuicios estúpidos y que leyerais algunas de sus obras que os siguen esperando en aquella colección Austral que tenían completa en la librería Pérgamo, la librería de mi infancia y de mi adolescencia, allá en la calle General Oráa  del madrileño barrio de Salamanca.

 

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