Eran los
años cuarenta tan duros en España. Eran los años del hambre y del
racionamiento. Eran los años de los ojos hundidos por la pena. Un guardia de
fronteras del antiguo cuerpo de carabineros, que ese día estaba cumpliendo su
servicio en Ibardin (Navarra), recibía un cargamento de wolframio, un mineral
de gran importancia para la Alemania nazi pues era usado en la aleación del acero y en las construcción de
armas. Sobre la mesa del puesto de Ibardin, un fajo de billetes. El guardia ve
en esos billetes la cara de su mujer y de su hija; ve su dignidad y su honradez
y rechaza el dinero. Ese guardia, sobrio castellano de Boecillo que tenía en
estima su honra al igual que sus antepasados, se llamaba Luis Platón Villafruela y era mi
abuelo.
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