Desde
pequeño, el muñeco Michelin era mi amigo
del alma. Con él pase mi infancia solitaria y con él jugaba mientras subía por
aquellas escaleras que conducían a la planta alta del mercado de Alonso Cano,
antiguo recinto de la kermese en donde Chamberí celebraba sus fiestas dedicadas
a la Virgen del Carmen. Todos, aunque no haya sido su alter ego, conocen al muñeco
que durante muchos años aparecía en las carreteras haciendo publicidad para la
marca francesa. Sin embargo pocos saben que su nombre verdadero es bibendus, es
decir, el gerundivo del verbo bibere
(beber) o, como dice Torrent en su gramática, el participio pasivo de
obligación. Voy a intentar contaros la historia.
A
finales del siglo XIX, los hermanos Michelin, Edouard y André, se dan cuenta de
que, si a la pila de neumáticos que
habían puesto a la entrada de su stand en la Exposición Universal y Colonial de
Lyon se le añadía unos brazos, tendría
figura humana. Los hermanos hablan con O’ Galop, un dibujante francés, y éste les muestra un trabajo suyo para una cervecería
muniquesa en el que se ve a un hombre que, con un gran vaso de cerveza,
pronuncia solemnemente los versos horacianos que dicen “nunc est bibendum!”, es
decir, ¡Es el momento de beber! La idea
no les volvió locos a los Michelin pues no veían la relación entre la cerveza y
un neumático, pero André le dijo al dibujante: “Puede usted sustituir la figura
del bebedor por otra que esté formada por neumáticos”. Era el comienzo de
“nuestro muñeco”. O’Galop dibujó a un señor que estaba formado con ruedas y en
cuya copa había clavos y tornillos ; a
su lado, otros señores “neumático” que
se desinflaban con aquella bebida “mortal” para cualquier rueda que no fuera Michelin.
¡Ahora se veía todo más claro! El neumático Michelin se bebía lo que a los
otros dañaba. Así pues, el neumático Michelin boit l'obstacle!.
Este fue el comienzo de nuestro amigo
Bibendus allá por 1898. Entonces estaba muy gordo y sostenía un cigarro en su
mano derecha. En los años sesenta, “dejó de fumar” y adelgazó y, a finales de los
noventa, tomó una silueta atlética más en consonancia con una época de culto al
cuerpo. Con sus más de ciento veinte años, Bibendus sigue lozano y hermoso. ¡Y
que sea por muchos años, Monsieur!
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