Hay
clásicos que tienes siempre delante y, quizás por eso, no los lees nunca. Eso
me ocurría hasta este mes con Mireya, la obra de Frédéric Mistral, el gran
poeta de la Provenza. Historia de amor transida de la luz de esa comarca
francesa, mientras la leemos vemos los caballos de la Camargue y nos salpica el
agua de las bocas del Ródano. Un libro muy bello, lleno de los aromas del sur de Francia y que
en su original provenzal recogerá toda la belleza de la lengua de Oc. Es un
clasicazo que está siempre a nuestro lado, pero, por favor, ¡leedlo!. Por
cierto, que Mistral no se olvida de Homero tal y como se ve en los primeros
versos de la obra:
Cante uno chato de Prouvènço.
Dins lis
amour de sa jouvènço,
A travès de la Crau, vers la mar, dins li blad,
Umble escoulan dóu grand Oumèro,
Iéu la vole segui. Coume èro
Rèn qu'uno chato de la terro,
En foro de la
Crau se n'es gaire parla.
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