He
sido un gran lector de Azorín en esos tomitos maravillosos de la Colección
Austral en donde estaba y está toda su obra. Azorín era el escritor de las
cosas pequeñas y de él recuerdo esas palabras cargadas de hermosura, de belleza
y de poesía. Vamos pues con ellas.
La primera es pegujal que significa una pequeña porción de tierra o de ganado. Las gentes de los relatos de Azorín cultivaban pegujales y vivían en mechinales como a continuación veremos. Pegujal viene del latín peculiaris que es una palabra que lleva el sufijo –aris con el que formamos palabras nuevas con el sentido de “algo propio de o algo relacionado con”. Así del sustantivo peculium, pequeña cantidad de dinero que se quedaban los esclavos a base de sisas sobre las cantidades que le daba el amo para las compras, nos sale peculiaris que significa “algo relacionado con el peculium”. Como habréis podido ver peculiaris da también en castellano “peculiar” que es el adjetivo con lo que designamos “lo propio o privativo de cada persona”. Así por ejemplo, decimos: “Tiene un carácter peculiar”. De peculium tenemos en castellano peculio que significa el dinero y bienes que son propios a una persona. Por ejemplo: “Me he comprado este coche de mi peculio”. No se utiliza mucho en la actualidad, pero me parecen expresiones que no se deberían perder.
Mechinal es una habitación o cuarto de
tamaño muy reducido. Y viene del latín machinalis,
relativo a las máquinas, pasando por el árabe hispano mgynr que vaya usted a saber cómo se pronuncia. El diccionario
también nos dice que es el agujero cuadrado que se deja en las paredes cuando
se fabrica un edificio para meter en él un palo horizontal del andamio o “cada
uno de los huecos que se dejan, a intervalos regulares, en los muros de
contención para dar salida al agua”.
Finalmente, por los escritos azorinianos pululaban morabitos que son los anacoretas del islam. Nos dice el diccionario de la RAE que proviene del árabe clásico murabit, miembro de una rábida, siendo una rábida un convento o ermita. Recordemos el convento de La Rábida en donde Cristóbal Colón se alojó antes de partir al descubrimiento del Nuevo Mundo. Este convento onubense está muy cerca del Palos de la Frontera (anteriormente Palos de Moguer, nombre con el que se bautizó a una estación del Metro madrileño), localidad de Huelva desde donde partieron las carabelas rumbo a lo que Colón consideraba las Indias Orientales, pero que acabarían siendo las Indias Occidentales más tarde conocidas como América por el comerciante y cartógrafo Américo Vespucio. Pero lo de Vespucio lo cuenta muy bien y bonito Stefan Zweig en uno de sus apasionantes libros y da para otra entrada que, con vuestro permiso, me la reservo para más adelante.
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