Dejadme
que os cuente una historia de viejas batallas entre reyes. El rey Juan II de Castilla,
padre de Isabel la Católica y de Enrique IV, en unión de su valido don Álvaro
de Luna decretaron la confiscación de las rentas que Juan de Navarra obtenía de
la muy noble y rica villa de Medina del
Campo. El rey navarro no se lo tomó a bien, sino que se lo tomó, como se decía
entonces, “a pechos” e invadió Castilla
con la colaboración de Alfonso V de Aragón que era su hermano. Partió don Juan
II con sus mesnadas desde la villa de Medina con la intención de detener a los
navarro aragoneses que ya habían cruzado el Guadarrama que, al ser en el mes de
mayo, ya tenía sus prados floridos. Por cierto, que a los navarros y aragoneses
se unieron también algunos nobles castellanos que apoyaban a los “del Norte”.
Ambas tropas se encontraron en Olmedo y vencieron los castellanos. Era el 19 de
mayo de 1445.
Tan sólo veintidós años después vino la
segunda batalla de Olmedo. Fue un 20 de agosto de 1467 y en ella tomaron parte
Enrique IV, rey de Castilla, y su medio hermano (sólo eran hermanos de padre)
Alfonso, el protagonista (o mejor, el utilizado) en la conocida como Farsa de
Ávila, esa revuelta de nobles que en la ciudad del Adaja quemaron en efigie a
don Enrique IV, ese rey al que mis libros de texto llamaban “ abúlico y
degenerado”. En fin, a lo que vamos.
Con Alfonso, iban las tropas del
Arzobispo de Toledo y de Sevilla, los condes de Luna, Plasencia y Ribadeo y las
tropas que mandaba el clavero de la Orden de Calatrava.
Con Enrique, Pedro de Velasco, sus
hermanos Luis y Sancho y su primo Juan. El marqués de Santillana, sus hermanos
Juan y Pedro (que era obispo de Calahorra esa ciudad en la que mi abuelo Julio,
una vez que fue a por plantas de tomate, se tomó en una fonda la sopera hasta
el borde y de las que cantaba unas coplas que, por decoro, no voy a reproducir
en esta entrada) y don Beltrán de la Cueva con sus mesnadas. A don Juan Pacheco
se le esperaba, pero no acudió porque andaba en sus líos para obtener el cargo
de maestre de la Orden de Santiago.
El encuentro tuvo lugar en Olmedo y
esta batalla se anticipó a las modernas elecciones en España pues, a su final,
todos decían que habían ganado y lo celebraron. Sin embargo, la mayor parte de
historiadores opina que la victoria fue de don Enrique.
El que seguro que perdió fue el pobre
pueblo castellano que vivía en la miseria más absoluta, en pobres aldeas de
adobe y polvo y pagando a estos señorones que se pasaban la vida de guerra en
guerra. Así eran las cosas por aquellos tiempos.
Lo que no faltó nunca en Castilla fue
el sentido del humor y como ahora se sacan chistes en las redes sociales, por
aquellos años se sacaron las muy afamadas coplas de “ la Panadera” que en una
de sus estrofas así decían:
Un miércoles que
partiera
el príncipe don
Enrique
a buscar algún buen
pique
para su espalda
ropera,
saliera sin otra
espera
de Olmedo tan gran
compaña,
que con mui fermosa
maña
al Puerto se
retrujera.
Me queda una tercera batalla, la que
libro todos los días en las aulas del Instituto “Alfonso VI”, pero esa batalla
la dejamos para otro día.
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