Desde muy pequeño oí eso de “fumar más que una coracha” y, con mi febril imaginación, pensé que se tratara de un algún animal que fumaba de manera desmedida. Sin embargo, nada de animales pues las corachas eran las bolsas de cuero en las que se traía de América el café y el tabaco. Su etimología es muy sencilla pues viene del latín bursa coriacea, es decir, bolsa de cuero. Coriaceus-a-um, adjetivo latino derivado de corium, “cuero” nos da en castellano el adjetivo coriáceo que era la textura que tenían los filetes que se comía Josep Pla en Palafrugell tal y como nos lo cuenta el propio Pla en sus maravillosos relatos. En fin, quede claro que las corachas no eran animales.
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