Yo
aprendí a leer en gallego en aquella columna que escribía Carlos Casares en La voz de Galicia. Debía de correr el año
1982 y, en la calle Calzada de Marín, Juan y Merche, con dos niñas pequeñas,
estrenaban un kiosko de prensa que también era librería y estanco. En aquel
rincón, según entrabas a mano derecha, había una estantería con libros, muchos
de ellos en gallego. Eran otros tiempos y los libros (y buenos) se vendían en
estas librerías que eran también otras cosas porque la venta de libros nunca ha
sido en España algo que enriqueciera a
sus propietarios. Comprábamos La voz y mientras el viento fresco del
puerto nos acariciaba, yo me iba leyendo A
marxe, la columna de Carlos Casares. Ahora, al cabo de los años, he vuelto
a su lectura con un libro maravilloso, Os
oscuros soños de Clío, un libro lleno de fantasía, muy en la línea de mi
Cunqueiro. Merece la pena leer a Carlos Casares, el gran escritor gallego de
Ourense, el niño que vivió su infancia en Allariz, el adulto que anduvo por
esos mundo de Dios (recuerdo cómo me gustaban aquellos artículos en los que
hablaba de Suecia). Nada queda ya de aquel estanco, librería y kiosko de Juan y
de Marche; sus hijas se hicieron mayores y Juan se nos fue un día al mundo
fantástico de Merlín y don Gaiferos. Pero todavía nos queda la prosa cuidada,
noble y hermosa de Carlos Casares. Aunque él ya también ande tomando licor café
por los mundos de Orestes y Simbad, junto a mi señor feudal, don Álvaro
Cunqueiro y Mora, nieto que fue de una señora sirena que varó en Cambados. Pero
no quisiera seguir por ahí, por lo menos a día de hoy, y os dejo con la obra
maravillosa de Carlos Casares, o neno que tomou licor café no Allariz máxico do
meu recordo.
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