Pues resulta que este buen
lebaniego que fue el doctor Encinas se fue ganando fama de hombre poco creyente
y hasta se le abrió un expediente por materialista, ateo y revolucionario. No
creemos que la cosa fuera para tanto, pero sí que parece cierto que a Encinas,
que tenía toda la ciencia, le faltaba un poco de humildad y se cuenta de él
esta anécdota:
Un día, una señora que había sido operada por Encinas, le
dijo en su consulta:
-
Gracias a Dios, doctor, ya estoy curada de mi
mal.
A lo que Encinas repuso:
-
Gracias a Dios no, señora; gracias al doctor
Encinas y a su ciencia médica.
En fin, fuere o no verdad esta historia, lo
cierto es que Encinas cayó enfermo con la enfermedad que le habría de llevar a
la tumba y hasta su lecho llegó su antiguo amigo de Valladolid, Germán Gamazo Calvo,
por aquel entonces ya abogado y político famoso. Gamazo era un hombre muy
devoto que se tomó el “trabajo” de convertir a Encinas y así, día tras día, iba
a ver a su amigo para despertar en él aquella llamita del amor de Dios que
tenía oculta en le fondo de su corazón. Y su perseverancia dio efecto pues
antes de morir, el gran médico lebaniego, pidió los Santos Sacramentos. Y es
que su amigo Germán era muy constante en sus obras y siempre buscaba la
perfección hasta el punto que cuentan que le dijo su sastre un día: “Señor
Gamazo, ¡qué suerte que no le haya dado a usted por ser sastre porque, si
hubiera sido así, tendría que haberme buscado otro oficio”.
Bueno
pues, ahora, cuando andéis por los soportales de Potes y alguien os diga que
esa calle se llama, en la villa potesana, calle del doctor Encinas, ya sabéis
quién era este buen señor tan buen médico como lebaniego de pura cepa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario