martes, 27 de junio de 2017

LA CONVERSIÓN DEL DOCTOR ENCINAS




Pues resulta que este buen lebaniego que fue el doctor Encinas se fue ganando fama de hombre poco creyente y hasta se le abrió un expediente por materialista, ateo y revolucionario. No creemos que la cosa fuera para tanto, pero sí que parece cierto que a Encinas, que tenía toda la ciencia, le faltaba un poco de humildad y se cuenta de él esta anécdota:
         Un día, una señora que había sido operada por Encinas, le dijo en su consulta:
-         Gracias a Dios, doctor, ya estoy curada de mi mal.
A lo que Encinas repuso:
-         Gracias a Dios no, señora; gracias al doctor Encinas y a su ciencia médica.
En fin, fuere o no verdad esta historia, lo cierto es que Encinas cayó enfermo con la enfermedad que le habría de llevar a la tumba y hasta su lecho llegó su antiguo amigo de Valladolid, Germán Gamazo Calvo, por aquel entonces ya abogado y político famoso. Gamazo era un hombre muy devoto que se tomó el “trabajo” de convertir a Encinas y así, día tras día, iba a ver a su amigo para despertar en él aquella llamita del amor de Dios que tenía oculta en le fondo de su corazón. Y su perseverancia dio efecto pues antes de morir, el gran médico lebaniego, pidió los Santos Sacramentos. Y es que su amigo Germán era muy constante en sus obras y siempre buscaba la perfección hasta el punto que cuentan que le dijo su sastre un día: “Señor Gamazo, ¡qué suerte que no le haya dado a usted por ser sastre porque, si hubiera sido así, tendría que haberme buscado otro oficio”.
         Bueno pues, ahora, cuando andéis por los soportales de Potes y alguien os diga que esa calle se llama, en la villa potesana, calle del doctor Encinas, ya sabéis quién era este buen señor tan buen médico como lebaniego de pura cepa.


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