Luis ( y más nombres que llenarían esta página por
sí solos) nació en Madrid un 25 de julio de 1727. Fue el sexto hijo de Felipe V
y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, duquesa de Parma. Con ocho años, el pobre niño, fue nombrado
Arzobispo de Toledo y, seis años después, cuando el pobre chaval tenía catorce
años de nada, lo nombraron arzobispo de Sevilla. Sin embargo, Luis le pidió a
su hermano Fernando VI en 1754 que le quitara todo el peso de tanta púrpura
pues “aspiraba a una mayor tranquilidad de su espíritu y seguridad de su
conciencia”. El Papa aceptó su renuncia
y Luis le compró en 1761 el condado de Chinchón a su hermano Felipe que había
devenido duque de Parma. El condado
incluía amplias posesiones en Chinchón, Morata de Tajuña, Colmenear de Oreja, Villaviciosa
y el palacio de Boadilla del Monte, obra de Ventura Rodríguez que, nacido en
Ciempozuelos, llegó a ser un arquitecto de gran renombre y al que algún día
dedicaré una página de blog.
En
este palacio, don Luis, se rodeó de músicos como Boccherini, Goya o Luis Paret
que cayó en desgracia por causas que después veremos. El infante quería
contraer matrimonio y esto le preocupaba a su hermano Carlos III pues se decía
que la redacción de la ley Sálica disponía que no podían reinar en España
príncipes no nacidos en ella y los hijos de Carlos III habían nacido en Nápoles
por lo que se podría producir un problema dinástico.
Para
agravar todavía más las relaciones con su hermano, en 1766 muere doña Isabel de
Farnesio y don Luis recibe un importante capital que lo llevó a una vida
desordenada en las que no faltaban relaciones con mujeres del pueblo llano.
Parece ser que, en estas correrías amorosas, hacía de celestino el pintor de
antes, Luis Claret y el rey Carlos III, harto de la vida poco ejemplar de su
hermano, destierra al pintor a Puerto Rico y a su hermano no lo destierra a las
Indias (aunque seguro que se quedó con ganas), pero le ordena estar lo más
alejado de la corte. Pero él no se arredra y se construye el palacio de la
Mosquera en ese pueblo tan hermoso de la provincia de Ávila que se llama Arenas
de San Pedro y para este palacio se lleva a Boccherini, el madrileño de Lucca, que compondrá sus sinfonías, bellísimas por
cierto, y su genial Fandango o la Rittirata entre los pavos reales del singular
palacio. El italiano, en aquel poblachón del sur de Gredos, se carteaba con Herr
Haydn que andaba por la corte de los Sterhazy, allá por la lejana Hungría.
Cuando muere en Arenas de San Pedro, en 1785, en concreto un 7 de agosto, a su
viuda la llevan a Zaragoza, a las hijas las mandan a un convento de monjas y al
hijo lo ponen a disposición del Cardenal Francisco Antonio de Lorenzana
la de este infante de España del siglo XVIII, algo
“golfo”, pero amante de las artes. En la foto, lo vemos ya con “el peso de la
púrpura” cuando no había llegado ni a ser doncel.
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