El trece
de octubre de 1931, Manuel Azaña pronunciaba un discurso en el Congreso que
quizás es de los más citados por historiadores, periodistas y gentes varias. Se
trata de ese discurso en que afirmó que “España había dejado de ser católica”.
No voy a entrar en el análisis de ese discurso porque esas palabras están
sacadas de un contexto y en ocasiones (demasiadas) se usan de manera poco o
nada meditada. Don Manuel quería decir que el Estado pasaba a ser laico, es
decir, más o menos lo que tenemos ahora. Sin embargo, si nos atenemos a las
estadísticas de estos últimos años, sí que podemos afirmar lo mismo de don Manuel,
pero para decir que en España ya apenas se practica la religión católica: somos
cultualmente católicos, pero la realidad revela que no lo somos en el corazón
ni en las obras. Por ejemplo, en 2015, se bautizaron un poco más de la mitad de
los niños bautizados (55%); las bodas por la Iglesia apenas llegaron a un 22%
cuando en el año 2000 las bodas por la iglesia llegaban al 72%. Pero todavía
queda una cifra más alarmante: tan sólo el 14,3% de los católicos afirman ir a
misa los domingos y fiestas de guardar. Si a esto añadimos la edad media de los
asistentes, miedo da pensar quiénes vanos a estar en misa de aquí a unos años.
Por
lo anteriormente expuesto, el obispo auxiliar de Valladolid, don Luis Javier
Argüello, nos decía, en medio de su
visita pastoral a Boecillo unas palabras tan llamativas como las de Manuel
Azaña: “España, a día de hoy, es una tierra de misión”. Y se me viene a la memoria
lo que decía una persona venida de tierras hispanoamericanas hace ya unos años:
“Ustedes tienen aquí unas iglesias preciosas, muy antiguas, pero están vacías; nosotros
tenemos unas iglesias de lata y cartón, pero las tenemos llenas”.
¿Está
haciendo algo mal la Iglesia (y entiendo Iglesia como hay que entenderla, no sólo la jerarquía sino todos los bautizados)? Es posible, pero ahora
no es el momento de lamentos sino de pasar a la acción. En el Evangelio de hoy,
Cristo les manda y nos manda a predicar su palabra por esos mundos. Esos mundos
en el 2018, en España, es nuestro pueblo, nuestro barrio. Si continuamos en
nuestra apatía, las palabras de Azaña cobrarán sentido pleno en la mala
interpretación que se ha hecho de ellas: España habrá dejado de ser católica
porque no habrá ni un solo católico que asista a misa, que se case por la
Iglesia o que bautice a sus hijos.
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