Don
Lisardo Rubio, el autor de la Sintaxis
estructural del Latín, impartió, hace unos cuantos años, una conferencia en el Salón de Grados de la
Facultad de Filología de la Complutense, acompañado por su fiel lasquenete Ollero,
sobre las cartas de Séneca y San Pablo. Si no mal recuerdo, el profesor Rubio
llegaba la conclusión de que este correo entre el santo y el filósofo no se había
producido y todo había sido, como decimos ahora, “una leyenda urbana”. En el
año 2014, el profesor de la Universidad de La Laguna, José González Luis,
escribe un muy interesante artículo en la revista Fortunatae en el que me baso para escribir esta mi humilde entrada
de blog.
En primer lugar, Pablo de Tarso
y Séneca fueron coetáneos, pero el hecho de que se encontraran parece bastante
improbable. Curiosamente, sí que estuvo frente a Galión, hermano de Séneca y
dedicatario de numerosos ensayos de su hermano. Así lo leemos en Hechos 18,
12-17:
Gallione autem proconsule Achaiae
insurrexerunt uno animo Iudaei in Paulum et addixerunt eum ad tribunal (…)
Es
decir, “siendo Galión procónsul de la Acaya, se levantaron los judíos a una
contra Pablo y lo condujeron a los tribunales. Pero nada se dice de que se
llegaran a conocer el filósofo y el apóstol.
No
tenemos más remedio que reconocer que no tenemos documentos históricos que
certifiquen este encuentro y sí decir que la posible amistad de ambos aparece
por vez primera en un escrito del obispo Lino llamado Passio Patri et Pali en el que afirma:
“et institutor imperatoris adeo illi est
amicitia copulatus, videns in eo divinam scientiam, ut se a coloquio illius temperare
vix posset (…)
“También
el preceptor del emperador trabó tanta amistad con él (con San Pablo) reconociendo
su sabiduría divina que con dificultad podía moderar las ganas de tratarlo (…)
Y,
a partir de aquí, se fueron “encontrando cartas” que se habían cruzado entre
ellos y que llegaron a formar un corpus.
Sin embargo, muchos filólogos del renacimiento tales como Lionello, Lorenzo
Valla, Erasmo, nuestro Vives o Lipsio no fueron partidarios de reconocer estas
cartas como auténticas porque el latín de las supuestas cartas no se corresponde
con el latín del siglo primero de nuestra era.
Así
las cosas, lo más probable es que San Pablo y Séneca no se conocieran nunca y
que el cordobés nunca fuera cristiano como han afirmado muchos llevados por esta
falsa correspondencia epistolar. Sin embargo, estas supuestas cartas le
sirvieron a Séneca para ganar un realce que no tuvo entre sus contemporáneos.
Séneca pasó a las escuelas medievales como ejemplo de filósofo pagano que había
abrazado el cristianismo y su fama durante la Edad Media fue inmensa, Y gracias
a esa fama llegó hasta nosotros. En fin, no hay mal que por bien no venga.
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