Estoy
dedicando este verano a la lectura de la autobiografía de Elías Canetti que el
búlgaro publicó en tres tomos: La lengua
absuelta, La antorcha al oído y El juego de ojos. Es tanto lo que cuenta
Canetti que cualquier intento reduccionista está condenado al fracaso, pero en
los dos tomos que he leído, Canetti nos va pintando un fresco de las varias
ciudades en las que vivió y de las muchas gentes que conoció. En el primero,
desde su niñez en aquella ciudad búlgara en la que nació hasta el Zúrich que
fue su paraíso pasando por Viena o Manchester. En el segundo, quiero parar
mientes en esa presencia de Karl Kraus del que Canetti conocía sus obras de
memoria y del que no se perdía nunca una conferencia. Es más, en una de estas
conferencias, conoció a Veza, la que llegaría a ser su mujer. También me paro
en el dibujo un tanto agrio que hace de Brecht y en ese muchacho paralítico que
estudiaba filosofía en Viena. Nos cuenta también cómo se le ocurrió fe Auto dee
primero al ir trabajando sonbre
personajes que él iba apuntando y, sobre todo, cuando vio arder el Tribunal de
Justicia de Viena y un hombre decía: ¡Que salven los archivos! Me reservo para
agosto El juego de ojos y, hasta ese momento lo dejo en suspenso para contaros
cómo me ha ido con él.
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