Sabido es aquello que decía el
inmortal Juncal: entre toreros nos entendemos. Pues creo que los poetas podemos
decir algo semejante. Al leer la poesía de Eloy Sánchez Rosillo, he sentido ese
arrebato poético que no se siente muchas veces en la vida; es más, algunas de
sus sensaciones son mis sensaciones y algunas de sus experiencias son las mías.
Por eso le he escrito este humilde poema en el que quiero contaros que ese
mundo de cosas pequeñas también es mi mundo; que yo tengo también mi árbol y mi
pájaro solitario; mi pozo y su luna; mi marzo y mi playa; que sus historias son
mis historias.
HILO DE ORO
¿Con qué
hilo de oro me has cosido
a tu
infancia en la casa y en la sombra
de la
acacia donde tú mirabas a la luna?
Yo también
he vivido la tormenta
con el
ardor del sobrado en plena siesta
y me gustan
también las viejas historias
de milagros, de plagas y de amores.
Yo también
me quedo a veces
solo en la
playa cuando todo
oscuro se
torna y tan sólo una luz lejana,
ajena a la
intemperie y a la angustia,
me señala
el camino de la casa de mi padre
porque nunca puede olvidarse la luz de los
orígenes.
También veo
las nubes pasando,
capitán con
mi gorra y mi uniforme,
y creo que
debajo del dolor
habita la
luz indestructible de marzo.
Y es que también
escucho los grillos
en las
noches de ventanas abiertas
y busco la
escondida fuente
con su hondo
misterio de luz tan pura.
Y es que
también recorro contigo
los pinares
de Postdam,
siguiendo
las pisadas de Henriette y de Heinrich,
mas
creyendo en el don de la vida
que se da
al que espera y aguarda.
Ahora que
ya junio es pasado,
que ya la
lluvia descansa en los bodones solitarios,
que el
silencio recubre la vieja casilla
donde
abuelo apilaba la leña,
Eloy, en
esta tarde te convoco
para volver
a vivir los orígenes
y esta vez ewig, ewig : para siempre.
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