Este
caso de corrupción no es actual, sino del siglo V a. de C. Os lo cuento.
Resulta que, tras un pacto de cinco años, los espartanos se dirigieron hacia el
Ática con la ideas, como era habitual en ellos, de conquistar Atenas. Al mando del ejército
espartano iba Plistoanacte, uno de los diarcas que gobernaban la capital de
Laconia. En Atenas estaba Pericles que era un experto en negociaciones, pero
que en este caso, compró la retirada del espartano. Y es que a los espartanos
les gustaba el caldo negro y llevaban una vida que más se parecía a un cuartel
que a una ciudad, pero, a la hora de poner el cazo, se ve que en todas las
épocas han cocido habas. En fin, para no cansaros, Plistoanacte cogió el dinero
y se retiró a Esparta con sus tropas en
donde los éforos, los magistrados que controlaban la diarquía o sistema de dos
reyes, lo expulsaron de la ciudad y lo enviaron a la Arcadia en donde pasó el
resto de su vida entre pastores y ninfas. No sabemos – eso no lo cuenta
Tucídides-, si se llevó la pasta o la tuvo que entregar a los éforos. Sea como
fuere, el aguerrido espartano disfrutó de su exilio en esa región en donde todo
era pastoril y bucólico. No regresó a Esparta, pero que le quiten lo bailado.
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