Sabido
es que Franco era de Ferrol, lugar muy cercano a San Andrés de Teixido, el
mágico lugar al que vai de morto o quen
non foi de vivo. Es posible que, en las noches ferrolanas, Franco viera a alguna meiga cruzando polo medio e medio do pobo o no medio de
una galerna de todos los demonios como cuenta la leyenda que hubo el día en que
nació, un 4 de diciembre de 1892. Lo que
parece un hecho probado es que Franco, durante su larga dictadura, recibió
consejos de brujas, videntes y hasta de alguna monja. Quizás la más conocida
fue la hechicera Mersida, una mujer rubia y de ojos verdes, hija de un militar
francés y de una mujer bereber, con la
que mantenía conversaciones antes de tomar cualquier decisión. El día en que
Mersida desapareció, es fama que se llevó una carta con las iniciales FFB y que
dicha carta le sirvió como salvoconducto. Parece que fue esta Mersida – que en
realidad se llamaba Mercedes Roca-, la que le habló de la baraka, esa “mano providencial” que protegía al
pequeño ferrolano del peligro. La baraka de Franco fue fundamental para el
militar porque los moros lo idolatraban y lo consideraban un protegido de Alá. Tan es así que un viejo
miembro de la Guardia Mora afirmaba, a principios
del siglo XXI que “él dormía a la puerta de Franco para que a “Paquito” no le
pasara nada”. Por si esto fuera poco, en su época marroquí, Franco contaba con
un curandero de Tánger, miembro de una familia sefardita, que se llamaba Corintio
Haza y que fue él el que le vaticinó que acabaría encabezando una sublevación
armada. También Haza le recomendó la idea de usar el “Víctor”, usado por las
universidades desde el siglo XV y basado a su vez en el Crismón cristiano que se usaba en el Bajo Imperio. Pero la
verdad, Franco pudo librase de todo: de los disparos de los rifeños, de la
muerte por heridas, de las asechanzas de los jefes del Rif, pero de lo que no
pudo librarse fue de su yerno el Marqués de Villaverde. Non omnes omnia possunt .
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