Algunos
psicólogos han hablado en alguna ocasión de que Franco tenía complejo de Edipo.
Este tema de que los dictadores tienen complejos es tema manoseado y baste recordar
lo que cuenta Canetti sobre lo que le contó el pintor Kokoskcha y el tan cacareado sentimiento de frustración de
Hitler por no haber podido entrar en la Academia de Bellas Artes de Viena. El
complejo de Franco parece asentar sus raíces en su odio al padre y en el amor
desmedido por su madre, pero es que tenía sus razones Paquito pues el padre, la
noche en que él nació, se encontraba en una casa de lenocinio. Por si fuera
poco, Franco tenía una voz atiplada provocada por una sinusitis crónica y eso
al padre le ponía frenético hasta el punto de que llamaba a su hijo marica
y Paquita (recordemos que, años más tarde, Queipo de Llano le llamaría
Paca la culona). Pero es que además don Nicolás pegaba a la madre y, por si
fuera poco, el personaje tenía una amante en Madrid en donde se quedó cuando
Franco ingresó en la Academia de Toledo. El padre lo había acompañado porque
era el primer viaje del muchacho fuera de su Galicia natal, pero el padre ya no
volvió a Ferrol: se quedó en Madrid con su amante y ya no se le volvió a ver polo seu lar.
El
amor de Franquito por su madre era tan grande que, según cuentan, le decía a su
madre, a la que veía sola y abandonada, que se casara con él.
Con
todos estos datos ya tenemos el complejo de Edipo en bandeja, pero ¿cambia algo
la historia que conocemos? Creo, con harto dolor, que no, que la historia
seguirá siendo la misma con o sin esta historia de complejos en los dictadores.
La única pena es que no hubiera, por aquellos años, orientadores y pedagogos en
los colegios porque se los habrían detectado a tiempo, les habrían aplicado un plan
de corrección de conducta basado en Skinner y, o bien se habrían curado de sus
taras y el mundo habría sido un poquito más feliz y menos sangriento, o bien
habrían sido más sangrientos y asesinos. Tal y como está el paño en los
Departamentos de Orientación (salvo en el de Olmedo en el que hace una gran
labor mi amigo Eduardo) no sé yo, no sé yo…
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