Si
miramos con detenimiento el escudo de Tudela de Duero, veremos que tiene una
corona apuntada, pero no redondeada lo que significa que es la corona real y no
la condal. Es decir, que Tudela ha sido, durante periodos más o menos largos,
una villa de realengo, o sea, una villa que dependía directamente del rey. Juan
II pasaba temporadas en Tudela y don Felipe el Hermoso también pasaba sus
raticos en Tudela, más en concreto en un mesón de mala nota a donde acudía para
encontrarse con unas mancebas hasta que la reina Juana, mi reina, se fue para
allá y le puso las peras al cuarto al “hermoso del marido”. Pero las cosas son
como son y, como dice el psalmo, la senda del pecador acaba mal, y don Felipe,
al poco tiempo, moría en Burgos. Cronistas hay que cuentan que, viajando con la
corte de Segovia a Burgos, Juana se paró de nuevo en Tudela ( sería para darle
en los morros con el desliz de las pilinguis) y, estando en tan hermoso lugar, hete aquí que
pasó un cometa que los augures tomaron por mal presagio. ¡Y tan malo! Al poco
murió don Felipe en Burgos y la peste tomaba España. ¿Sería ese cometa presagio
también de la triste historia de nuestra España sin ventura? No me extrañaría
nada.
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