À BIENTÔT, MON AMI MICHEL!
Fue el maestro Azorín el que me presentó a Monsieur de
Montaigne hace ya bastantes años y, desde entonces, mi amistad con él no ha decaído. .Me gusta
leer sus Diálogos llenos de sabiduría
y me gusta su vida, hombre encerrado en su torre de libros. Además Michel de
Montaigne era un hipocondríaco que a los cuarenta años decidió que se iba a
morir y en lugar de morirse se fue de viaje con su secretario y sus criados
hasta la dulce Italia. Pero no fue por el camino más corto, sino que, ya metido
en viaje, se dio una vueltecilla por Suiza y Alemania. Este viaje tan
maravilloso y singular es lo que cuenta en este libro suyo, Diario de viaje a Italia, por Suiza y
Alemania, que he tenido la suerte de leer en estos últimos días. Montaigne
viaja a Roma para ver al Santo Padre, pero también viaja para tomar las aguas y
en los castillos en los que se para, además de comer y beber, se fija en las
castellanas. Así, cuando en Florencia visita al gran conde de Cósimo no se
corta en escribir que “ la duquesa es bella, según el gusto italiano, un rostro
agradable e imperioso, el talle grueso y pechos a pedir de boca” (de tétins à leur souhait dice en el
original francés). El pobre don Michel compara las mujeres de los sitios por
donde pasa con las francesas y eso no le impide estar pendiente de sus piedras
o de sus deposiciones. En fin, todo un personaje que, cuando supo que había
sido nombrado alcalde de Burdeos, se volvió para su señorío para dedicarse al
cargo. Espero, Monsieur de Montaigne que nuestra amistad dure muchos años.
Siempre es un placer, en tiempos de barbarie, hablar con personas de cultura. À
bientôt, mon ami Michel!
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