spirabat croceo mane revecta dies.
Este
es el maravilloso comienzo de un poema que se les atribuye tanto a Ausonio, un
autor galo del siglo IV d. de Cristo, como a Virgilio, el gran Virgilio del
siglo primero antes de Cristo. Este comienzo me recuerda a mi buen amigo José
Luis Estruch, entonces filósofo en ciernes y hoy flamante directivo de una
empresa de informática; me recuerda nuestras bromas cuando nos acordábamos de
nuestro común maestro, Antonio Guzmán Guerra y me recuerda el verano madrileño
en el parque de Eva Perón. Por cierto
que su traducción dice así:
Era primavera y, con suave sentimiento,
el día naciente
aspiraba en el amanecer de azafrán el
mordisco de los fríos.
Este comienzo quizás no es tan conocido
salvo para los filólogos clásicos, pero el final de este poema es el conocidísimo
“colle, virgo, rosas”.
Collige,
virgo, rosas dum flos novus et nova pubes,
et
memor esto aevum sic properare tuum.
Y
traducido al castellano dice, más o menos, así:
Coge,
muchacha, las rosas mientras nuevas son juventud y flor
y
acuérdate de que así se te escapa también tu vida.
¡Ay!
¡Qué gran verdad que, jóvenes entonces, no acabábamos de entender del todo!
Ahí
os dejo estos fragmentos, primero y
último, de un poema que ha seguido inspirando a poetas de todas las épocas y,
junto a él, un retal de mi juventud.
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