miércoles, 31 de diciembre de 2014

PACO GOYOAGA



No quisiera acabar este año sin contaros algo de Francisco Goyoaga, un jinete español de los cincuenta que le dio a España numerosos triunfos en la hípica. Mi conocimiento de Paco Goyoaga viene por la tienda que abrió en la calle Lagasca por la que yo pasaba en numerosas ocasiones. Aquella tienda me revelaba un mundo entonces muy lejano para mí y que lo asociaba con los niños ricos que veía montar en tandas en el Club de Campo madrileño. Sin embargo, desconocía yo entonces que hay otra hípica más sencilla, la hípica de los pinares de Portillo, la hípica de los caballistas andaluces y castellanos, la hípica del hombre del pueblo que con su sangre vaccea siente la llamada del caballo desde su nacimiento. Vaya este recuerdo a Paco Goyoaga y a su mujer, Paula Elizalde, también gran amazona.

DYLAN THOMAS


Para terminar el año que se nos va hoy, me he releído a Dylan Thomas del que había leído  sus obras completas en el año 2010. He intentado leer algunos pasajes en inglés y es clara la diferencia que hay al leerlo en castellano porque, al leerlo en su lengua original, se puede seguir su ritmo, su poesía para ser declamada (Dylan Thomas se consideraba un bardo galés). Se ven en sus versos los ritmos yámbicos que tan bien cuadran con lo báquico. Además, he sabido que Bob Dylan, que se llama en realidad Robert Zimmerman, se llama Dylan por este poeta. No te acostarás sin saber una cosa más. Os dejo con uno de sus poemas más famosos.

Y la muerte no tendrá dominio

 

Y la muerte no tendrá dominio.
Los hombres desnudos han de ser uno solo
con el hombre en el viento y la luna poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y en el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Y las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.

Versión de Elizabeth Azcona Cranwell

 

 

 

JESÚS DE MONASTERIO




Dice el ya muy citado Llorente Fernández en la página 384 de su libro Recuerdos de Liébana, en el capítulo que dedica a catálogo biográfico – bibliográfico lo siguiente:
don Jesús de Monasterio. ¿Quién no sabe que, nacido en potes por los años 1835, es una gloria del arte musical, y más bien una de las más honradas y legítimas glorias de España?
No le quiero dar un disgusto póstumo al ilustre lebaniego y buen escritor, pero, si hoy formulamos esa pregunta, la respuesta sería que nadie o, a lo más, algunos melómanos muy escogidos conocen la figura del que fue gran violinista español, uno de los más grandes junto con el pontevedrés Manuel Quiroga. El potesano tocaba con un Stradivarius que le regaló la reina Isabel II y su catálogo, no muy amplio, pero de calidad, os copio aquí por si queréis llegaros a algunas de sus obras.
  • Fantasía original española (1853), para violín y orquesta.
  • Adiós a la Alhambra (1855), para violín y piano, inscrito dentro del movimiento alhambrista, pieza de virtuosismo violinístico para salón, con una bella línea melódica. También realiza una versión orquestal.
  • Grande Fantaisie Nationale (1855), para violín y orquesta.
  • Concierto en Si menor para violín y orquesta (1859; 2.ª versión de 1880), obra escrita con buena técnica (violinística sobre todo, porque la orquesta desempeña un papel secundario), con una estructura similar al Concierto para Violín de Mendelssohn y que se trata del único concierto para violín escrito en España en esa época, e incluso en todo el siglo. Está en la línea de los conciertos románticos de violín que componían los grandes virtuosos de aquellos tiempos, como Henri Vieuxtemps o Wieniawski, con una partición de violín solista de gran virtuosismo.
  • Marcha fúnebre y triunfal (1864).
  • Scherzo fantástico, compuesto en Madrid en noviembre de 1865, corregido en Potes en septiembre de 1866, y estrenado el 15 de marzo de 1868 por la Sociedad de Conciertos de Madrid, bajo la dirección de Barbieri. Según la Revista y Gaceta Musical (23-III-1868), el Scherzo “produjo viva sensación en el público, que hizo repetir la pieza, llamando al autor entre los más nutridos y prolongados aplausos” y Para Peña y Goñi, “tiene todo el sabor de una pieza clásica impregnada de la savia moderna, porque hay que decir, en honra del insigne artista, que no reconoce exclusivismos estéticos y adora lo bello donde quiera que lo halla”.
  • Melodía para orquesta (1872).
  • Melodía para violín o violonchelo y piano (1874), dedicada a su amigo Víctor Mirecki.
  • Estudio de concierto en si bemol (1875), para arpa, oboe, clarinete, trompa y orquesta de cuerda.
  • Sierra Morena (1877), para violín y orquesta.
  • Veinte estudios artísticos de concierto, por los que, el 21 de octubre de 1878, recibe, en la Exposición Universal de París, la Medalla de Plata dentro del apartado denominado "Organización y material de la segunda enseñanza".
  • Andantino expresivo (1881), para orquesta de cuerda.
  • Andante religioso, para orquesta de cuerda.
 
                                                                                            
 

EL MARQUÉS DE MORANTE


 
 
Para que no me llaméis pesado, voy a ir terminando la relación de personajes lebaniegos tratados por Llorente Fernández con dos que considero fundamentales: Joaquín Gómez de la Cortina y Jesús de Monasterio que cerrará esta colección de entradas con sabor a orujo. Hijo de lebaniegos, don Joaquín nació en Méjico el 6 de septiembre de 1808. Su padre fue conde de la Cortina y Joaquín regresó a Madrid en donde poseyó una amplia biblioteca de textos latinos. Fue marqués de Morante al haber heredado el título paterno su hermano José y así figura en la primera página de esa magna pobra que es el Diccionario latino – español de don Raimundo de Miguel, el gran catedrático de latín que se quedó ciego mientras traducía la Eneida. Es un ejemplo del indiano culto e ilustrado que dedica su dinero a obras culturales. ¡A ver si cunde el ejemplo! En el cuadro se le ve de pequeño junto a su padre, natural del valle de Bedoya, más en concreto de Salarzón en donde fue enterrado, en el lado del Evangelio de la iglesia de San Juan Bautista, años más tarde don Joaquín.
 

BEATO DE LIÉBANA

San Beato nació en Aniezo durante la segunda mitad del siglo VIII. Fue monje y abad del monasterio de Santo Toribio de Liébana. Allí, en compañía de otro monje paisano suyo llamado Eterio, escribió contra Elipando, arzobispo de Toledo y contra Félix, obispo de Urgel, ambos arduos defensores del adopcionismo, herejía que defendía que Cristo era hijo adoptivo de Dios. Sus escritos se reúnen en una obra titulada Etherii et Beati ad Elipandum epistolae. Con tanta lógica defendieron los lebaniegos su teoría y su postura que el arzobispo Elipando les dijo: Nam numquam auditum est quod liebanenses toletanos docuissent, es decir, “pues nunca se ha oído decir que unos lebaniegos vengan a enseñar a unos toledanos”. En verdad, sorprende que Elipando, que tendría pocas razones para refutar a los lebaniegos, recurriera a argumenta ad personam, pero quizás el arzobispo no sabía por dónde salir de su atolladero teológico y se decidió, dando muestras de escasa caridad, por el insulto. Beato participó en el congreso de Frankfurt en el año 794 y escribió un Tratado sobre el Apocalipsis que dedicó a Eterio, su camarada del alma. Es fama que, para no quedarse atrás, le llamó a Elipando testiculum Antichristi que puede ser traducido, bien como “testiguillo del Anticristo”, con un matiz despectivo, bien “cojón del Anticristo”, con un sentido claramente insultante para devolver a Elipando el “detalle” al que hacíamos referencia líneas más arriba . Fue obispo de Braga y dejó tan importante cargo para regresar a su Aniezo natal en donde murió. Fue enterrado en el monasterio de Santo Toribio de Liébana. Pese a haber escrito mucho y bien, sin embargo, su fama no se debe a sus escritos, sino a que su tratado fue, desde el principio, bellamente decorado con ilustraciones y eso dio lugar a los llamados Beatos, bellos libros ilustrados con muy cuidadas ilustraciones en los que se copiaba el texto de su Explanatio o Tractatum in Apocalypsin. Si algien tienen curiosidad por ellos, puede visitar la página de la editorial Moleiro, especializada en libros artísticos.

LA ROMERÍA DE SANTO TORIBIO EN PALENCIA


Continúo con este último Toribio para contar ahora el origen de una famosa romería palentina cuya protagonismo ostenta. Ya hemos dicho que Toribio de Liébana fue obispo de Palencia y que luchó contra el priscilianismo. Sin embargo, los palentinos no lo recibieron bien  y lo expulsaron a pedradas de su ciudad. El santo lebaniego se refugió entonces en la ermita de santa María del Otero, en el cerro en donde, muchos siglos después, el escultor Victorio Macho colocaría su Cristo del Otero.

Así nos lo cuenta los Breviarios antiguos de Palencia:

Ferunt autem, precibus huius sanctissimi viri, civitatem pallentinam funditus esse eversam. Nam, cum ibi contra hereticos priscilianistas saepius dimicando nihil proficeret, uno contra eum tam laici quam clerici turpia commiterent, discedens inde quendam ascendit aggerem, prope eamdem civitatem, ubi in honore Sti. Christophori altare constructum erat. Cum autem Dominum exoraret, ut super civitatem suae potentiae miraculum ostenderet, subito adveniente acerrima tempestate, fluvius Carrion, ab alveo solito exiens, totam per circuitum urbem inundans arenavit.

Cuentan que, por medio de las preces del santo varón, la ciudad de Palencia fue completamente destruida. Pues, peleando allí de continuo contra los herejes priscilianistas y al no conseguir ningún provecho, tras cometer contra él, tanto clérigos como seglares, acciones indecentes, se apartó de allí y se fue a una cierta colina, cerca de la ciudad, donde se había construido un altar en honor de San Cristóbal. Habiendo pedido allí a Dios que sobre la ciudad mostrara un milagro de su poder, de repente sobrevino una tempestad terrible y el río Carrión, saliéndose de cauce habitual e inundando toda la ciudad, la llenó de arena.

                  Los palentinos, entonces, subieron hasta la ermita para pedir perdón al santo y éste los perdonó. En recuerdo de este hecho, los habitantes de Palencia siguen subiendo cada 16 de abril, fiesta de Santo Toribio de Liébana, al cerro en donde está el Cristo del Otero, para ser “apedreados” por las autoridades palentinas con bolsas de pan y quesillo. La romería está calificada de interés turístico y merece la pena acercarse a Palencia en ese día para verla y presenciar in situ el apedreamiento.

martes, 30 de diciembre de 2014

SANTO TORIBIO DE LIÉBANA



El tercer Toribio es Santo Toribio de Liébana y nació en Turienzo. No sabemos su año exacto de nacimiento, pero sí que su padre era Régulo de Armaño. De todas maneras, su venida al mundo se calcula en el último tercio del siglo V, es decir, setenta años después del nacimiento de Santo Toribio, obispo de Astorga. Según parece, tomó el hábito carmelita en Italia y también en Italia se enamoró de la Santa Regla de San Benito, regresando a su Liébana natal en donde, con otros monjes, entre ellos su hermano san Caradoro, fundó el monasterio de Santo Toribio de Liébana al lado de la antigua iglesia de San Martín que había pasado a llamarse de Santo Toribio por el primero de ellos. Fue este Toribio el que arrojó por tres veces su cayado desde la cima del monte Viorna, fundando el monasterio en donde cayó el báculo por tercera vez y que dio la casualidad que fue justo al lado de la antigua iglesia. Una vez hecha la fundación, Toribio se rodeó de varios monjes, como el ya mencionado Caradoro y otros, como Lucrecio y Tolobeo, que, aunque se opusieron a la fundación del monasterio pues eran propiedad suya las tierras en donde iba a ser fundado, una vez que se reconciliaron con el santo, hicieron vida cenobítica con él. Fue llamado a Palencia para ser obispo y para luchar contra la herejía del priscilianismo, muy extendida por el norte de España. Sobre su estancia en Palencia, haré una entrada aparte. San Máximo, sobre su estancia en la ciudad del Carrión nos dice lo siguiente en un bello dístico elegíaco:

Haereticos primum pulsavit fulmine vocis;

post maledicit eis, inde recessit ovans.

Su fecha de muerte es 593 y su fiesta es el 16 de abril.

SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO





El siguiente Toribio nos obliga a un  salto cronológico, pero al igual que Llorente Fernández, lo hago así para dejar en último lugar a Santo Toribio de Liébana con quien me voy a extender algo más. Este segundo Toribio nació en Mayorga de Campos en 1528, es decir, en el siglo XVI. Así pues, le separan diez siglos del primer Toribio tratado. Se llamó Toribio Alfonso de Mogrovejo y Robledo y llegó a ser Arzobispo de Lima.  En Perú, tiene un culto muy fervoroso y extendido. Su fiesta se celebra el día 23 de marzo porque en una fecha tal pasó a la casa del Padre en el año de 1606. Por cierto, para algunos historiadores, su fecha de nacimiento es 1538. En Mayorga de Campos, su pueblo natal, tiene un monumento. Como es un santo que puede ser buscado en los santorales al uso, considero innecesario el seguir dando datos que se pueden encon
 
trar con facilidad. Hasta aquí el segundo Toribio.

SANTO TORIBIO, OBISPO DE ASTORGA





En el siglo III, había en Liébana una familia cristiana que eran de Mogrovejo. Toribio, apodado el bueno, se marchó al pueblo de Mayorga de Campos y allí contrajo matrimonio con Beatriz. Un bisnieto de esta pareja será Toribio, obispo de Astorga, que nació en la gallega Betanzos hacia el año 400. Con el correr del tiempo, peregrinó a Jerusalén en donde recibió un trozo considerable del Lignum Crucis.  Sabemos también que este Toribio fue obispo de Astorga (Asturica) y es así como se le conoce en el santoral católico. Es muy celebrado en el pueblo leonés de Valdefuentes del Páramo y su fiesta es en la Octava de Pascua, es decir, el lunes siguiente al lunes de Pascua. Ya en el siglo VIII, reinando Alfonso I, el Católico, su cuerpo fue trasladado a la iglesia de san Martín que el santo había fundado en la tierra de sus bisabuelos en Liébana. Sobre su retiro en Liébana y la fundación de la iglesia de San Martín , Llorente Fernández aporta el siguiente texto latino:

            Caeterum amore solitudinis in reconditam provinciam liebaniensem se recepit, ac in ecclesia Sancto Martino dicata, quam a fundamentis construxerat, brachium sanctissimae Christi crucis, aliasque reliquias, quas ab Hierosolymis aportaverit, colocavit; ac ibi sancte quievit, cuius veritatem miracula crebra testantur.

            Por lo demás, con el afán de la soledad se retiró a la recóndita provincia de la Liébana y en la iglesia dedicada a San Martín, que había construido desde sus cimientos, depositó un brazo de la santísima cruz de Cristo y otras reliquias que se había traído de Jerusalén; y allí descansó en santidad cuya verdad dan testimonio sus abundantes milagros.

         Sin embargo, no todos los autores en la actua
 
lidad son del parecer de este texto latino, pues lo que parece es que su cuerpo sí fue llevado en tiempos de la invasión musulmana, pero se niega el que el santo visitara, viviera  y muchos menos que construyera en la Liébana ninguna iglesia.

         Y con esto hemos deslindado el Toribio, Obispo de Astorga de los otros Toribios de quienes trataré en las siguientes entradas.

ILDEFONSO LLORENTE FERNÁNDEZ





Como al César hay que darle lo que es del César y a Dios lo que es de Dios y también por aquello que dicho en latín queda tan mono de suum cuique, antes de pasar a tratar en varias entradas de célebres personajes lebaniegos, es necesario que os haga saber que la información la he sacado de un autor lebaniego del siglo XIX que se llamó Ildefonso Llorente Fernández, un buen escritor que se dedicó a investigar sobre su tierra natal y que escribía en El Cántabro, un periódico regional de Torrelavega. El libro se llama Recuerdos de Liébana y se publicó en Madrid, en la imprenta y fundición de M. Tello en el año 1882. La versión que he usado es el facsímil de la librería Máxtor de Valladolid que compré en el mismo Potes. Una vez reveladas meine Quellen, paso a enumerar los temas o personajes de los que quiero tratar:

1.      Santo Toribio, obispo de Astorga.

2.      Santo Toribio de Mogrovejo.

3.      Santo Toribio de Liébana

4.      Beato de Liébana

5.      La fiesta palentina del pan y del queso

6.      Don Joaquín Gómez de la Cortina.

 

Espero poder llevar a buen fin todo lo que os quiero contar ad maiorem Liebanae gloriam.

 

domingo, 28 de diciembre de 2014

ADONIS Y LA GRAN BABILONIA


Con mucho que deber a Lorca, Adonis escribió este Epitafio para Nueva York en 1971. Como el granadino, el libanés se fue a la gran Babilonia y expresó esa deshumanización  que reina por las calles neoyorquinas. La escritura de Adonis, quizás el mejor poeta árabe vivo, es deslumbrante, con versos vibrantes y luminosos. En sus poemas  se ve la crueldad, la confusión, la insolidaridad de la Gran Manzana que, también y curiosamente, despierta una atracción fatal a todos los artistas. ,Me gustan muchos estos versos del poema, ¡cómo no!, a Walt Whitman:
Walt Whitman,
veo mensajes que por las calles de Manhattan van hacia ti
         volando. Cada mensaje es un carro lleno de perros y gatos.
         Ésta es la era americana: El siglo veintiuno para los gatos
         y los perros; para los hombres, el exterminio.

LUIS CANDELAS, EL BANDIDO DE MADRID



Luis Candelas era de Lavapiés y, en ese barrio popular madrileño en el que hoy se hacen fiestas chinas, pasó sus primeros años. Hijo de un zapatero, Luis muestra pronto sus cualidades como líder peleando con Paco el Sastre que, más tarde, formará parte de su banda. Buen amador, Candelas se casó con Manuela, una zamorana, a la que muy pronto abandonó por otras muchas. Sin embargo, lo más curioso de este personaje es su desdoblamiento en Luis Álvarez de los Cobos, respetable criollo peruano, que enamoraba a damiselas de buena familia. Con una de ellas, con Clara, Candelas planeó, que con un rasgo de amor y de honradez le había dicho quién era en realidad, fugarse de España y marcharse a vivir a Londres, pero la muchacha, ya de camino a Gijón, empezó a sentir nostalgia de Madrid y Luis Candelas, todo un caballero, regresó con ella con la idea de que quizás, una vez que se viera otra vez en la capital, Clarita recapacitaría y se volvería a escapar con él, esta vez camino de Lisboa. Sin embargo, Candelas fue reconocido en la posada de Alcazarén y detenido por el Sargento de la Milicia Nacional de Olmedo. Candelas murió serenamente en el garrote vil y según lo afirman testigos presenciales de la ejecución, pronunció estas curiosas palabras: ¡Sé feliz, patria mía! No sabemos por qué le vino este arranque patriótico al ladrón que robaba a los ricos y se lo daba a los pobres y que nunca, en ninguno de sus muchos asaltos, derramó una gota de sangre, tal y como él mismo se lo hace saber a la regente María Cristina en su petición de indulto. Sin embargo,  no deja de ser algo extrañas sus últimas palabras. Visto desde la perspectiva actual, muchos hay en nuestra España que han robado más que Candelas y que siguen tan campantes por las calles de sus ciudades o por los puertos de las Bahamas disfrutando de buenos yates. Pero eso ya es otra historia que no vamos a tratar. Lo que sí tengo que tratar es que la biografía que he leído de Candelas es de Antonio Espina, un autor del que volveremos a hablar porque creo que ha sido injustamente olvidado.

DON PELAYO ERA LEBANIEGO




Me perdonaréis si me llevo el agua a mi molino, pero afirmo, desde las páginas de este blog, que don Pelayo no era asturiano, sino que era lebaniego, más en concreto de Cosgaya en donde nació como fruto de la unión del duque Favila y de doña Luz que era pariente, a su vez, del rey godo don Rodrigo. Y esto no lo afirmo a humo de pajas sino que sigo al muy ilustre historiador lebaniego, Ildefonso Llorente Fernández, que, en su libro, Recuerdos de Liébana, aporta ni más ni menos que diecisiete motivos que demuestran que tan famoso rey, iniciador de la Reconquista, no nació en las Asturias de Oviedo, sino en la comarca lebaniega. Obviamente no voy a referir una por una las diecisiete pruebas, pero sí deciros que todas están basadas en textos y documentos históricos. Es más, puesto que don Pelayo fue nombrado rey antes de la batalla de Covadonga, su nombramiento tuvo lugar en tierras montañesas y no asturianas y, desde estas tierras lebaniegas, acompañado por una magna hueste de guerreros también lebaniegos, se encaminó a la cercana Covadonga para plantarle cara a los moros. Por si fuera poco, Llorente Fernández afirma que también el rey Silo, hijo de Froyla y de Gotina, que estableció su corte en la asturiana Pravia, era también de la Liébana, más en concreto de Camaleño. Supongo que habrá amigos asturianos que no estén de acuerdo con esta teoría, pero os recomiendo una lectura desapasionada del texto de Llorente. Por cierto, que recuerdo que la primera persona que me habló de este asunto fue un buen montañero de Peñalara que se llamó Fernando Sobrino. Entonces no le hice mucho caso, pero ahora, con el paso de los años y las pruebas históricas que aporta el mencionado autor potesano creo , cada día von más firmeza, que don Pelayo era lebaniego.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

LA NIÑA DE LUZMELA




Tras la lectura de La niña de Luzmela, las historia de esa huerfanita que es maltratada por la familia de doña Rebeca y que será rescatada por ese príncipe en forma de médico que es Salvador, uno podría pensar que doña Concha Espina había escrito un folletín al estilo de los de Pérez Escrich y que, por tanto, estamos ante una obra de escaso nivel literario. Sin embargo, no podemos hacer tal afirmación porque en literatura lo que debe importarnos es el cómo se escribe y no el qué se escribe. Y así, aunque la obra en cuestión tenga un argumento folletinesco, si su “modo” es “literario” (utilizo estas palabras con sumo cuidado) podemos afirmar que estamos ante una obra literaria. En La niña de Luzmela, el paisaje se adapta a los sentimientos de la pobre huérfana y el estilo de doña Concha, limpio, con un lenguaje elegante y con un punto de arcaísmo, dan una pátina de buena literatura a un tema que, en otras manos, hubiera devenido un folletín. Uno siente las fatigas de esta Cenicienta decimonónica y se alegra con ese final feliz que espero que me perdonéis que os revele. Ya la nétigua no vuela por los cielos de la niña y el amor de Salvador la protegerá para siempre. Un bello final para una novela ambientada en el mundo cántabro. Y , por cierto, la nétigua, es la lechuza en el vocabulario de lo que en tiempos de Concha Espina se llamaba La Montaña.

martes, 23 de diciembre de 2014

EL BUEY SUELTO...




Ya conocéis mi afición por los libros del santanderino Pereda y cómo esa devoción, pues la puedo llamar así, me va llevando a la lectura sosegada de sus obras. Esta última que he leído, El buey suelto… me ha gustado mucho aunque bien sé que su argumento y “tesis moral” están muy lejanos de este post-post modernismo. Defender en una novela el matrimonio católico y ponerlo como fuente de felicidad frente a la egoísta soltería de don Gedeón hace que la novela sea políticamente incorrecta y que entre en el índex de los intelectuales post-post modernos. Sin embargo, el pensamiento de los posmodernos ya hace tiempo que me dejó de interesar pues mis caminos no son sus caminos. Yo me quedo con mi Pereda y ellos que se queden con su Deleuze. Amen

 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

JOSÉ SEMPERE


        La verdad, hay cosas que no acabo de entender y una de ellas es por qué un hombre con esta voz no es sólo más conocido sino uno de los primeros espadas de la ópera. Yo lo vi hace ya muchos años en una Lucia que se representó en el Teatro de la Zarzuela, el único teatro en Madrid en donde se representaba, pese a su nombre, ópera y, mucho tiempo antes de que se abriera el magno coliseo de los Caños del Peral. Entonces el tenor que me ocupa estaba en su apogeo y nos regaló un Edgardo de auténtica antología junto a una Mariella Devia, gran soprano también muy poco conocida. La  voz  de este alicantino me recuerda, al igual que su repertorio, al maestro Kraus porque no es un tenorino, sino que sus notas medias y bajas son también de gran calidad. Estoy hablando de un señor de Crevillente que se llama josé Sempere y que tras estudiar en el Liceo de Barcelona se marchó a Italia en donde estudió con Marco Ferrari y recibió clases de Giulietta Simionato, Magda Olivero y Carlo Bergonzi,. Ganó, entre otros, el concurso de voces verdianas de Bussetto y el premio Mario del Mónaco de Florencia. Ha cantado en todos los teatros de ópera del mundo y ha cosechado éxitos que, si no fuera por razones que quedan fuera de lo estrictamente musical, sino a la cima de la l´rica,  a ser un tenor conocido por un público mucho más amplio. A Sempere le gusta la voz de Björling y eso ya dice mucho de él y, como dice en la página web de producciones Guridi, de donde saco gran parte de la información de esta entrada,

            A Sempere, menos aún que a otros, nadie le ha regalado nada. Ha hecho su camino un poco en solitario, puliendo aristas, como suele decirse, abrillantando superficies, cepillando las máculas de polvo, para convertirse en el cantante que es.
         Tras casi veintiún años de aquella representación, aún lo sigo recordando en aquella fabulosa Lucia que se escuchó en Madrid. Si José Sempere no ha llegado adonde debería con todo mérito haber llegado, quizás se deba a los padrinos a los que se refería mi abuela Patro cuando decía aquello de que “los que los tienen se bautizan y los que no, no”. Por cierto, que yo le decía siempre, porque había leído aquella respuesta lapidaria de don Casto Méndez Núñez, el ilustre marino español, que prefería honra sin padrinos que padrinos sin honra. Como lo políticos de siempre.

 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

LUISITO EL DE POZALDEZ



Era pequeño de cuerpo y en el Siglo de Oro hubiera sido un pícaro de buen corazón, incapaz de engañar a nadie. Luis García Mongero era tan sólo un juglar que llevaba sus coplas y su alegría por donde quiera que iba. Yo no lo conocí aunque vivió hasta el año 2005 en que se subió a los cielos para seguir cantando coplillas, pero mi padre y mi abuelo lo recordaban mucho y siempre me hablaban de este personaje que no pasará a los libros de historia, pero que forma parte de la historia de la provincias de Ávila, Salamanca, Valladolid y Zamora. Según mi abuelo Luis, este buen hombre  llegaba, más o menos, hasta Laguna desde el Pinar de Antequera y a Boecillo, desde Viana; hasta ambos pueblos viajaba Luis en tren, que era su medio favorito. Pero recorría otros muchos lugares echando sus coplillas y sus bailes. Si en una entrada anterior hablábamos de John Balan, en esta os quiero hablar de Luisito el de Pozaldez. Ahora les llamarían frikis, pero antes eran hombres sencillos, buenas gentes, que contra nadie atentaban y que repartían alegría de gratis entre sus paisanos. Y eran tan machadianos que un día como tantos descansaban bajo la tierra. ¿No os parece bastante?

 

domingo, 30 de noviembre de 2014

RAMÓN PÉREZ DE AYALA Y MI PAZ DEL SENDERO


 


         ¡Cuánto deseé este libro de Poesías completas de Ramón Pérez de Ayala! En mi adolescencia en el barrio de Salamanca, cerca de la Castellana, me solía llegar con frecuencia a la librería Pérgamo y allí, en aquella trastienda que se veía desde el mostrador, colocados en escrupuloso orden númerico y formando una cadena variopinta, estaban los libros de la Colección Austral. Recuerdo que nada más comprar uno, ya me iba  las páginas finales en donde aparecía un índice de autores en el que me iba fijando en aquellos que más me interesaban. Pero ya por entonces estaban agotadas estas Poesías completas. Sin embargo, gracias a ese genio de la lámpara que se llama Iberlibro, hace un tiempo conseguí  un ejemplar y lo comencé a leer. El título de primer libro me parece un hallazgo poético, La paz del sendero, pero, a medida que me adentraba en su lectura, los poemas no me gustaban tanto y acabé por dejar el libro, cosa muy rara en mí. Ahora lo he retomado y lo he terminado y como la constancia tiene un premio, al final casi, he encontrado un poema hermosísimo, El ideal, con un epígrafe de La epístola moral a Fabio, la de un ángulo me basta, esa, que usa Fermín Herrero, flamante premio Gil de Biedma 2014, Santonja et aliis mediantibus, en su columna de El Norte .

 

Un ángulo me basta entre mis lares,

un libro y un amigo, un sueño breve,

que no perturben deudas ni pesares.

Andrada

Un a casa y no más; blanca y sencilla,

lejos del mundo y de los hombres vanos.

Un huerto en que frutezca la semilla

por la virtud humilde de mis manos

y del sudor labriego de mi frente.

Una vida sin odios cortesanos;

no incertidumbre del placer presente,

no angustia mensajera del mañana,

ni envidias, donde el mal abre su fuente.

Una vivienda pobre y aldeana,

cerca del bosque, y que  del mar, amigo

de mi risa infantil, no esté lejana.

En su quietud, a solas, sin testigo,

he de labrar el alma como el huerto,

del vendaval poniéndome al abrigo.

Mi brazo en la labranza se hará experto.

Aguzaré del alma las pupilas,

cuando en negrura el orbe esté cubierto

y las obras de Dios yazgan tranquilas.

Morderé, de la llamada biblioteca,

la fruta idónea, entre apretadas filas,

cuyo zumo no se agria ni se seca.

El alma vestiré del recio lino

que la historia hubo hilado con su rueca.

Y acaso, cuando el gallo matutino

a medianoche el aquelarre ahuyente,

iré a besar con amoroso tino

el rostro sonrosado y sonriente

del infante gentil, que hayamos hecho

en minutos de amor, puro y ardiente.

Después reclinaré sobre tu pecho

mi cabeza cansada y cavilosa;

y será un paraíso nuestro lecho.

Al otro día, entre la luz brumosa,

veremos en las flores el rocío,

y en la tierra estará como una rosa

recién nacida. Yo diré: Dios mío,

que no nos huya nunca tanto bien.

Y al yo besarte, me dirá: Amén.

 

¿No notáis, al leerlo, el perfume de esos poemas de Marcial en que alababa su tierra bilbilitana? ¿No recordáis aquel aplauso de palomas desde las blancas torres?; ¿ no recordáis ese final maravilloso de gaudebis minus et minus dolebis? A mí me emociona este poemilla profundamente y con esa emoción os lo regalo.

viernes, 28 de noviembre de 2014

CISNEROS VISTO POR LUYS SANTAMARINA



Ahora que está de moda la España de los Reyes Católicos y que Cisneros sale en televisión interpretado por ese gran actor que es Eusebio Poncela, he leído la biografía que le dedicó Luys Santamarina, un buen escritor al que no conocía, que pergeña una grata biografía del hombre que fue monje, regente, fundador de una Universidad y patrocinador de la Biblia Políglota Complutense. En un estilo castizo y sobrio, con rasgos de cierta habla popular, Santamarina hace pasar un buen rato con esta lectura. Además está en la colección Austral, con el color amarillo que señalaba los libros políticos y documentos. ¡Una gozada para estos finales de noviembre! Por cierto, que mi amigo Jesús Sanz Rioja, el más culto profesor que Pucela viera, me ha contado que era falangista y gran animador cultural en los cuarenta que tampoco fueron, como nos quieren hacer creer, un desierto literario.

 

VLADIMIR DRAGOSSÁN, EL VAMPIRO DE PONTEVEDRA





Me lo solía encontrar en la calle de Michelena, aquella que dio nombre a mi querida librería en la que tantos textos clásicos compré y en la que soñaba con mi carrera, ahora ya acabada hace más de veinte años. Rafa Pintos avanzaba impávido mientras las miradas de la gente lo seguían. Vestido con su capa negra de forro rojo, Rafa era una sombra gótica y dandy en la Pontevedra de los ochenta en la que aún estaba el café Savoy y sus camareros vestidos de blanco con los cuellos verdes. Pronto se hizo llamar Vladimir Dragossán y con ese nombre de guerra se iba al cementerio a recibir la paz eterna de los muertos y a echarse un traguito de sangre que siempre es mejor hacer eso que andar chupándosela al prójimo como hace el señor Montoro desde su Ministerio. Luego, vino aquello del sidecar en Adeviña qué ven esta noite en pareja con ese inefable John Ballan y esa ¿canción? que se llamó, para vergüenza de propios y extraños, Paca, te clavé la estaca con la que Vladimir grabó unos de los videoclips más horrorosos que se han parido en un estudio. Para redimirse de tan inmenso pecado de chabacanería, Rafa Pintos le dedicó un libro a su querido John Balan, el hombre orquesta, ese señor de Seixo al que le hemos dedicado la entrada anterior. Ahora no sé por dónde anda, pero le deseo lo mejor a Rafa Pintos, el Drácula de Pontevedra. Os aseguro, yo que le he visto tantas veces por la calle,  que da mucho menos miedo que su paisano Rajoy.

JOHN BALAN, EL HOMBRE ORQUESTA


En aquellos años ochenta de movidas y locura, no era difícil verlo en el autobús de La Unión que hacía el recorrido Pontevedra – Cangas. Tenía el aspecto de un auténtico tejano con su sombrero, sus botas y su corbatín de cintas, pero había nacido en Seixo y se llamaba Manuel Outeda . En el trolebús que unía Marín con Pontevedra, aquel autobús en el subíamos para ir a la capital con Paco Mateos y con Chiqui, este vaquero gallego hacía su número de la puerta e imitaba los instrumentos de la orquesta. Ya en los noventa, protagonizó un espacio de la Televisión Galega que se llamaba Adeviña quén ven esta noite y, junto a él, estaba el otro friki gallego del que os hablaré en otra entrada: Vladimir Dragossám, para la literatura, Felipe Pintos para los amigos.  Antes, los de Vivir cada día se lo llevaron a Washington a ver a Ronald Reagan. El presidente americano, como es lógico, no lo recibió, pero John, todo carácter como su homónimo Wayne, le dijo por la reja: Ti cho perdes. E quedouse tan ancho. Era un tipo para una antología del disparate, pero tenía el buen corazón de un niño grande. Su recuerdo me llena de la melancolía de la adolescencia que se escapa y de la niñez perdida en alguna curva de la carretera de Lapamán y me trae los olores del camino que bajaba hasta la playa mientras el mar rompía tres veces en aquella playa por la que, según don Álvaro Cunqueiro, galopó Tristán buscando a Isolda. ¡Gracias, John Balan, el hombre orquesta! Aquellas noches de El Vergel vivirán en nuestra destrozada memoria de hombres maduros.

 

SÉNECA




Hay lecturas que son, de por sí, un verdadero lujo. El  domingo pasado,  me terminaba la Medea de Séneca en la traducción en verso de ese gran filólogo que fue don Valentín García Yebra. La primera vez que oí o leí ese nombre fue en tercero de BUP cuando empezamos a traducir a César y usábamos un libro cuyas anotaciones y comentarios eran suyos. Junto a él estaba don Hipólito Escolar Sobrino del que hablaré en breve. Más tarde, cuando un servidor andaba ya por la Facultad,  don Valentín nos deleitaba con artículos en el ABC en los que trataba con amor de filólogo palabras de su tierra leonesa y, al leerlos, nos llenábamos del aroma de los arándanos o de las moras de zarza. Sin embargo,  de lo que quiero hablaros ahora es  de su magistral trabajo que supuso, allá por 1940, es decir, con veintitrés años, su traducción de Medea. Él mismo dice, en el prólogo a la segunda edición de 1964,  que no la hubiera hecho en aquellos años sesenta  en verso, pero que no tocaba ni una tilde. E hizo bien porque la traducción es de antología; mejor dicho,  es una auténtica una obra maestra. Sin embargo, no podemos olvidar al autor, a nuestro Séneca, que escribe una tragedia bellísima, menospreciada por los que juegan  a ese juego absurdo de a quién quieres más si a papa o a mamá y que prefieren a la de papá, o sea, a la de de Eurípides. No voy a seguir por ese camino porque siempre quise igual a papá y a mamá y tampoco voy a entrar en disputas filológicas de si eran diferentes los autores, uno el  poeta y otro Séneca filósofo., pero sí que os dejo este único verso, citado por don Amós de Escalante a su paso por Córdoba como recuerdo al gran filósofo y poeta cordobés:

Levis est dolor qui consilium capere potest.

 

¡Qué sistema educativo aquel que hacía que brotara en el recuerdo de los alumnos los versos de los grandes maestros! No quiero ni deciros lo que se les viene a las mientes a mis alumnos si les hablas de Córdoba, ciudad de la que desconocen hasta su ubicación. y es que ya se sabe que el sueño de la LOGSE produce monstruos.

 

domingo, 23 de noviembre de 2014

PUREZA CANELO




Sorprende la poesía de Pureza Canelo. En ese desnudar la palabra, llega incluso a desposeer los sintagmas del artículo con lo que esa desnudez, esa desolación, llega a su grado máximo. Es poesía de la desposesión, de un golpe de voz que hiere en lo más hondo, que nos deja con un sentido de soledad frente al mundo  al entregarnos, como brasa ardiente, la palabra en su desnudez. Pureza Canelo recorre un camino solitario, esquivo, desolado, en donde la palabra refulge con una desnudez extraña, como un canto pulido por el dolor y el amor en medio de un desierto.  Yo asistí a una lectura suya hace unos años en Ávila y, como ella misma avisó, su poesía no es para las masas. Con su lectura, avanzamos por un universo hostil, pero, al final, sabemos que nos queda la palabra.

 

Marzo abre su azulejo

hacia la luz que cegará.

Hierbas a la espera

de que se abra esa puerta

y al galope.

 

En la ciudad

veo el huerto de una casa

abandonada por los que allí

nacieron.

Olvido se resiste

quiebra el pensamiento

acumulado en el horizonte.

 

Pozo a la derecha

peral centro de la savia

al fondo tres higueras

palmera cierra norte

sobre mi cabeza la vid

y a la izquierda un portal

enorme de golondrinas

que lo custodian.

 

Marzo viene provocador

a la ciudad

que no me pertenece.