Siempre
me gustó mucho la poesía alemana y mis primeros balbuceos con ella los hice con
este buen poeta que se llama Joseph von Eichendorff. Mientras mi padre
arreglaba el mundo del alpinismo en la RSEA “Peñalara”, yo me leía con paz y sosiego,
en la oficina de la sociedad, los poemas de don Joseph. Como hablaba de
montañas, me llegó enseguida al corazón y desde entonces hasta ahora. A Richard
Strauss, que tenía una casa en Garmisch, también le llegó al corazón y en sus Cuatro Últimas Canciones, musicó esta
maravilla que os traduzco aunque sé que va a perder del original alemán. Todo
sea por este poeta con el que convivo en paz desde hace más de treinta años.
EN EL OCASO
Con penas y alegrías, nosotros
hemos caminado mano a mano.
De nuestros viajes reposamos ahora
en los campos
tranquilos.
Se inclinan los
valles en torno nuestro,
ya se ensombrece la
brisa.
Tan sólo aún dos alondras levantan vuelo
soñando otra vez en el aire perfumado.
Acércate y déjalas que trinen,
pronto ya será la hora del descanso
y así no nos perderemos en esta soledad.
¡Oh, inmensa, dulce paz!
tan profunda en el ocaso,
qué cansados estamos tras el camino.
¿Es ésta esto entonces la muerte?