Pues
veréis, resulta que mi pediatra familiar se llamaba don Juan José Vías Torres,
don José para mi familia. En mi colegio, había un compañero que se llamaba y se
llama Manolo Vías Alonso. Como el apellido Vías no es muy corriente, mis padres
le preguntaron al médico si había relación entre ellos y don José les dijo que
mi amigo Manolo era hijo de su tío Julio. En fin, sirva este preámbulo para
tratar de Berta Vías Mahou, eximia traductora que conocí leyendo a mi querido
Stefan Zweig y que, después, como suele ser habitual entre grandes traductores,
se ha decantado como buena novelista. Lo último que he leído de ella ha sido Juventud sin Dios de Hansvardt y, como
siempre, su traducción es magnífica (del libro de este autor austriaco hablaré
en su momento). Saber que un libro está traducido por Berta es garantía,
primero de que es un buen libro y, segundo, de que nos vamos a encontrar con
una gran traducción al castellano. Algo muy parecido me ocurre con Jesús
Zulaika, cuya traducción de Mientras
agonizo de Faulkner me sigue pareciendo ejemplar. Un servidor que en sus
ratos libres se ha dedicado a traducir de varios idiomas sabe de la labor
callada e ingrata del traductor que parece que, por fin, está teniendo reconocimiento
y el traductor, en letra pequeña, como es lógico, aparece en la portada del
libro. Gracias, Berta, por tus traducciones y, si tienes tiempo entre
traducción y novela, cuéntame algún día qué relación familiar tienes con aquel
amigo de la infancia al que ya no volvía a ver, Manolo Vías.
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