Para
celebrar el doscientos cincuenta aniversario de la muerte de Bach, Helmuth Rilling y la Internationale
Bachakademie de Stuttgart encargaron a cuatro compositores una Pasión sobre los
cuatro evangelios. Los autores eran Tan Dun, músico chino que compuso para la
ocasión Water Passion, basada en el
Evangelio de San Mateo; Wolfgang Rihm que compuso Deus Passus; Sofía
Gubaidúlina con su Johannes- Passion
y, finalmente, Osvaldo Golijov con su Pasión
según San Marcos. En sucesivas entradas, os hablaré de cada una de las
“Pasiones”, pero dejadme que, por el momento, os hable de la de Golijov, un
músico argentino, hijo de rusos ortodoxos y devotos. Sinceramente, la Pasión de
Golijov puede gustar o no gustar, pero no dejar indiferente. Cuando se estrenó
en Stuuttgart, el 5 de septiembre de 2000, la obra fue ovacionada durante más
de veinte minutos y, algunos meses más tarde, en Boston, el 8 de febrero de
2001, fue igualmente ovacionada, esta vez dirigida por Robert Spano. Sin embargo,
vaya por delante algo fundamental: para comprender esta pasión tenemos que
cambiar nuestra mentalidad de decadentes católicos europeos y ponernos en la
mentalidad de apasionados creyentes hispanoamericanos porque, si no lo hacemos
así, no vamos a entender la obra. Hay que partir de una liturgia vivida con
pasión que llena las iglesias, las modestísimas iglesias que se elevan en los
pueblos de aquellos países. Me lo decía
una amiga peruana hace unos años: “ustedes, con las iglesias tan hermosas que
tienen, y siempre están medio vacías”. En la liturgia del otro lado del charco, Cristo es liberador,
el salvador del oprimido y, como tal, es celebrado. Nosotros, opresores y
liberados, no entendemos a ese Cristo. En la obra de Golijov, se alternan
ritmos de toda la América hispana y rebosa pasión y entusiasmo. Es otra manera
de ver la religión tan lícita como el pietismo de Bach o la profundidad de Arvo
Pärt. Seguro que a los tibios no les
gusta, pero ya se sabe por el Apocalipsis que a los tibios los vomitará Dios.
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