Que Alice Munro escribe bien es algo que no es
necesario que tenga que descubrirlo: como el valor en las cartillas militares
tras una acción de guerra, es algo confirmado. Pero os voy a contar una
historia desde el principio y despacito.
Recuerdo
que una mañana de junio de hace dos años, en un paseo y visita a Margen, mi buen amigo, tantas veces citado en
este blog, Manolo Cambronero, me hablo de Alice Munro y me la recomendó
vivamente. Le hice caso, como siempre, y compré un libro de relatos que lo he
tenido durmiendo casi dos años. No lo leía porque se me fueron metiendo otros libros y porque el hecho de que le
concedieran el Nobel también me hacía posponerlo para alejarme de cualquier
perturbación que modificara mi lectura. Ahora, cuando con el devenir de las
noticias nadie conoce a Alice Munro, he leído el tomito que me recomendó
Manolo. Y la verdad, aun no siendo lo que cuenta fruta de mi gusto, reconozco
su buen hacer literario. Os recomiendo e último cuento que bucea en la relación
en una residencia de ancianos. No tiene desperdicio. Tampoco los otros que
están narrados con gran maestría. Y es que los americanos del norte, léase
canadienses y estadounidenses, tienen un
escribir bonito. Saben narrar y hacen de la lectura un suave placer, una
aventura en la que el lector también participa. Gracias, Manolo.
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