viernes, 14 de julio de 2017

EL DÍA DEL ORGULLO GAY




En estos días pasados, se ha celebrado en Madrid el Día del Orgullo Gay lo que ha supuesto una alegría para unos y una tristeza, casi un desdoro y hasta un cabreo monumental para otros. Vaya en primer lugar mi respeto por el colectivo gay tantos años torturado por bromas y veras, no sólo en España, sino en otros lugares en donde ser gay te puede costar la vida y sirva como ejemplo de lo que digo la actitud de los radicales islámicos o, en tiempos pasados, los asesinatos de homosexuales perpetrados por Stalin de los que la izquierda, tan callejera y panfletaria, sufre un curioso olvido. (Por cierto, ¿saben esto los gays que en la manifestación llevaban la bandera del arco iris con la hoz y el martillo?) Dicho esto, también tengo que decir que la fiesta en cuestión me parece chabacana, zafia y de mal gusto. Lo dice muy bien un homosexual declarado, que tuvo que abandonar España en los sesenta, como es Álvaro Pombo: “No puedo soportar a la gente que se empeña en celebrar el día del Orgullo Gay. No entiendo por qué se sienten orgullosos de enseñar, cada año, sus culos y demás vergüenzas por las calles” Y en unas declaraciones publicadas en el Diario de Léon, dice unas palabras que copio: “Yo me manifiesto en público escribiendo. Los homosexuales tienen que construir una nueva narración, que no sea la de la subcultura gay, sino una narración amorosa profunda y seria y, sí, posiblemente integrada. A mí la cultura gay tal y como se manifiesta, lo que se vende como cultura gay, me cansa un poco y me preocupa su frivolidad. La falta de sustancia acaba hiriendo” Mejor no se puede expresar y es que una cultura gay basada en lo frívolo, en lo vulgar, en lo chabacano no lleva a ninguna parte. Lorca lo dejó muy claro en su Oda a Walty Whitman; Cernuda no creo que participara en estas manifestaciones de lo procaz y don Vicente Aleixandre, tan callado, no creo que fuera en una carroza con el culo al aire. El mundo homosexual tiene que reivindicar una cultura enorme (grandes artistas han sido y son homosexuales), pero quedarse en “hacer la loca” por las calles de Madrid con el beneplácito y la subvención de doña Manuel Carmena no lleva nada más al ridículo, al chiste barato de taberna y dominó. Frente a tanta testosterona barata delos machos ibéricos hay que presentar los poemas de Lorca, de Cernuda, de Aleixandre; la prosa de Pombo, la música de Chaikovski. Lo de los culos al aire y las meadas en las estatuas alienta y da sentido a las bromas hirientes, a los chistes de mariquitas, - que tan sólo servían para hacer reír al señorito analfabeto y copulador de turno en el casino- ,  y al ataque al homosexual. Y es que,  en el fondo,  se ve en esta actitud hostil el miedo a la parte femenina que todos tenemos incluido ese otro “colectivo” también tan repelente: el del macho ibérico que ni siquiera habla de la homosexualidad para que su hombría, que se refleja en eructar sonoro, hablar de fútbol, y quejarse de lo poco que folla, no sufra menoscabo. ¡Miquelarena, qué país!

 

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