En estos
días pasados, se ha celebrado en Madrid el Día del Orgullo Gay lo que ha supuesto
una alegría para unos y una tristeza, casi un desdoro y hasta un cabreo
monumental para otros. Vaya en primer lugar mi respeto por el colectivo gay
tantos años torturado por bromas y veras, no sólo en España, sino en otros
lugares en donde ser gay te puede costar la vida y sirva como ejemplo de lo que
digo la actitud de los radicales islámicos o, en tiempos pasados, los
asesinatos de homosexuales perpetrados por Stalin de los que la izquierda, tan
callejera y panfletaria, sufre un curioso olvido. (Por cierto, ¿saben esto los
gays que en la manifestación llevaban la bandera del arco iris con la hoz y el
martillo?) Dicho esto, también tengo que decir que la fiesta en cuestión me
parece chabacana, zafia y de mal gusto. Lo dice muy bien un homosexual
declarado, que tuvo que abandonar España en los sesenta, como es Álvaro Pombo:
“No puedo soportar a la gente que se empeña en celebrar el día del Orgullo Gay.
No entiendo por qué se sienten orgullosos de enseñar, cada año, sus culos y
demás vergüenzas por las calles” Y en unas declaraciones publicadas en el
Diario de Léon, dice unas palabras que copio: “Yo me manifiesto en público
escribiendo. Los homosexuales tienen que construir una nueva narración, que no
sea la de la subcultura gay, sino una narración amorosa profunda y seria y, sí,
posiblemente integrada. A mí la cultura gay tal y como se manifiesta, lo que se
vende como cultura gay, me cansa un poco y me preocupa su frivolidad. La falta
de sustancia acaba hiriendo” Mejor no se puede expresar y es que una cultura
gay basada en lo frívolo, en lo vulgar, en lo chabacano no lleva a ninguna
parte. Lorca lo dejó muy claro en su Oda
a Walty Whitman; Cernuda no creo que participara en estas manifestaciones
de lo procaz y don Vicente Aleixandre, tan callado, no creo que fuera en una
carroza con el culo al aire. El mundo homosexual tiene que reivindicar una
cultura enorme (grandes artistas han sido y son homosexuales), pero quedarse en
“hacer la loca” por las calles de Madrid con el beneplácito y la subvención de
doña Manuel Carmena no lleva nada más al ridículo, al chiste barato de taberna
y dominó. Frente a tanta testosterona barata delos machos ibéricos hay que
presentar los poemas de Lorca, de Cernuda, de Aleixandre; la prosa de Pombo, la
música de Chaikovski. Lo de los culos al aire y las meadas en las estatuas
alienta y da sentido a las bromas hirientes, a los chistes de mariquitas, - que
tan sólo servían para hacer reír al señorito analfabeto y copulador de turno en
el casino- , y al ataque al homosexual. Y
es que, en el fondo, se ve en esta actitud hostil el miedo a la
parte femenina que todos tenemos incluido ese otro “colectivo” también tan
repelente: el del macho ibérico que ni siquiera habla de la homosexualidad para
que su hombría, que se refleja en eructar sonoro, hablar de fútbol, y quejarse
de lo poco que folla, no sufra menoscabo. ¡Miquelarena, qué país!
No hay comentarios:
Publicar un comentario