He
terminado en junio de releer, por tercera vez, “mis” Hermanos Karamazov y los
he encontrado con una salud fantástica, pero, a medida que lo iba leyendo, me
he permitido pensar en esta broma: ¿podrían darse estos hermanos en nuestro
mundo actual? Veamos.
El
padre, Fiodor, es seguro que estaría en una residencia de ancianos para no
molestar a sus hijos. Lo irían a ver los domingos y fiestas de guardar y
vivirían muy felices y, sobre todo, con
la conciencia muy tranquila pues “está mejor atendido que en casa”
Dimitri,
también conocido como Mitia, Mitka o Mitienka, hedonista, jugador y gran
derrochador estaría ingresado en un hospital psiquiátrico para tratar su
ludopatía. Al estar Mitka ingresado y Fiodor, el padre, también, nos
evitaríamos la discusión que tiene lugar al principio de la novela y que hace a
Mitka principal sospechoso de la muerte del padre y candidato número uno a
convertirse en Edipo.
Iván,
el poeta, el racionalista a ultranza, el agnóstico estaría escribiendo en alguna
publicación del grupo PRISA o en la SEXTA, pese a las discrepancias de ambas
cadenas. Firmaría libros en la Feria del Libro madrileña y estaría libre de
toda culpa porque habría visitado a un psicólogo argentino.
Aliosha,
mi pobre Aliosha, el místico, el teólogo, el novicio, habría contactado con un
grupo Zen y andaría por esos mundos de Dios vestido con una túnica azafranada.
Publicaría un libro como el de Pablo D’Ors que se vendería con gran éxito en la
FNAC y en AMAZON.ES. Terminaría casado con una psicóloga (española o argentina,
me da igual) y escribiendo libros de autoayuda con mucha meditación y muchas
sentadas para alcanzar el nirvana.
Smerdiakov
habría estado desde pequeño en manos de los Servicios Sociales con lo que se
habría evitado el asesinato de varios gatos. Sin embargo, su excesivo trato con
psicólogos y pedagogos, le habría llevado a un estado mental irrecuperable que
le habría llevado a un hospital psiquiátrico a un partido político en el que
hubiera conseguido alguna asesoría bien pagada con la cja B y se podría haber
comprado algunas finquillas.
¿Y
Dios, ¡qué habría sido de Dios? muy sencillo: sería compañero del padre, de
Fiodor, en la misma residencia de ancianos.
¡Que
don Fiódor Mijáilovich Dostoyevski
me perdone esta pequeña broma literaria!
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