Resulta
que la poeta, poetisa o como la queramos llamar, se presentó a un concurso de
la Junta de Andalucía, el Premio Andalucía Joven, patrocinado por el Instituto
Andaluz de la Juventud (excuso decir qué idea tendrá de la juventud y de lo andaluz
ese Instituto) y lo ganó. Tenía entonces la interfecta diecisiete años de nada.
Ya en 2014, se presenta al premio de Poesía Loewe, en su faceta de creación
joven, y lo gana. La chica ya tiene veintinueve tacos y, como es preceptivo,
Juan Visor, el grande editor de poesía, le publica el libro. Además, como de
perdidos al río y además hay que aprovechar el tirón mediático, pues le publica
sus poesías completas que abarcan desde 1998, cuando la rapaza tenía trece años
(¿serán poemas a su Barbie?) hasta el presente en que la rapazuca ya anda por
los treinta y dos. Por si fuera poco, Túa Blesa (¡Joder, qué nombre tan
extraño¡!) le dedica unas páginas y la avala con su saber. Que ¿quién es Túa
Blesa? Pues un catedrático de Zaragoza cuyas aficiones son ver el Salvame de luxe y llegar tarde a los exámenes porque tiene
que sacar a la perra a mear; un tío que critica
a la casta, pero que vive de cojones en ella, dando aprobado general y no pegando un palo al
agua. Este tío tan friki, que seguro que
se hace bocadillos de spaghetti con trucha como el Tito Yayo, es el avalista de
la poeta porque es un tío moderno y guay con los alumnos y porque además se
tiñe el pelo con mechas infames. ¡Ah, se me olvidaba! Este fulano es
catedrático de una materia de la que no ha impartido una clase en condiciones en su puta vida, pero
al que sus alumnos no tienen las gónadas de denunciar porque siempre es bueno
que te aprueben sin currar y así aprovechamos el tiempo para recorrer los
bares. De puta pena.
La
poetisa, que ¿cómo es la poetisa? Pues
una chica de cara redonda, con los labios pintados de un rojo chillón al estilo
de Charlie Rivel, que debe de ser un poco rarita porque dice que se le masturba
el pecho izquierdo (una cosa es buscar la imagen poética y otra muy distinta
decir gilipolleces) y que, en la portada de su primer libro, aparece una pibita
a la que se le ve la “hucha” (hay que ganar lectores al precio que sea).
También hay algún orgasmito de la Señorita Pepis por aquí, un pene por allá y
una vulva viajera, es decir, los ingredientes necesarios para que la casta de
los premios, que viven del cuento gracias a la modernidad, cumplan con su
función premiadora. Y luego vienen el salir en el Babelia y en El Cultural,
largar alguna obviedad (“la poesía no es la hermana pobre de la literatura) y
asistir a cócteles y reuniones de mucho canapé y poco seso ( de la otra palabra
con x ni hablo porque no merece la
pena) y ponerse muy en plan feminista que siempre da puntos como salir en una
gala pidiendo justicia para los asesinados por el franquismo, algo que pedimos
todos, pero sin tanto teatro, sin tanta comedia y sin tanta mentira, (¡Ay, cómo
se os ve el plumero, gauche divine ) pero,
eso sí, llevarse la pasta a paraísos
fiscales y que se jodan los pobres si no tienen escuelas.
Y
¿esto es la poesía como algo divino, sagrado, voz de los antiguos vates? Y ¿ésta
es la poesía como curación, heilen,
como palabra que te acerca a lo sagrado?; y ¿esto es la poesía como comunión
con la belleza?
Como
diría un castizo de Lavapiés, de los pocos que quedan: ¡No me jodas, que me
incomodas!
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