Por estas mismas épocas conocí al Nuevo Mester de
Juglaría y a Candeal que me siguen acompañando. Fue mi época de “dulzainero” y
no faltaron entonces discos de Los Silverios, Agapito MArazuela o el Tío
Cerillas, un dulzainero de Lastras de Cuéllar que me presentó Gregorio Santos,
el peluquero que lo mismo afeitaba al Marqués de Villaverde que a Fernando
Morán. Sin embargo, muy pronto surgiría en mi vida un cantautor que me llegó a
lo más profundo del alma: yo tenía dieciséis años y apareció un disco en el que
un señor del Bierzo ponía música a mi San Juan de la Cruz. El disco me lo
aprendí de memoria y, hasta ahora me dura la fiebre que me produjo ese Cantar
de los Cantares del poeta de Fontiveros. Pero es que además, Amancio Prada, se
puso a musicar poemas de Agustín García Clavo y de Chicho Sánchez Ferlosio y
andaba un servidor por aquellos años con las ideas de Bakunin e intentando
conquistar el pan ( y en ello sigo). Recuerdo que le decía a mi compañero José
Luis Estruch: “Jose, si un día, saliendo por el bar de la Facultad ( en la Universidad,
siempre hay que salir por el bar) veo en una mesa a García Calvo, Amancio Prada
y a Sánchez Ferlosio, me da un ataque. En fin… ¡luego dicen de las niñas que
enloquecen con los triunfitos!
A Amancio lo sigo desde entonces. Tienen una voz
sensacional y un gusto exquisito. Me lleva alegrando la vida muchos años.
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