Luis Carandell era de Barcelona y era un periodista
de raza, de esos que ya van quedando pocos. Recuerdo sus telediarios y sus anécdotas
del parlamento. También recuerdo su Celtiberia
Show, lleno de un humor inteligente y mordaz. Ahora he leído su libro se Abre la sesión que abarca sesiones
parlamentarias desde las Cortes de Cádiz a los gobiernos de Aznar y su lectura
me ha hecho pasar muy buenos ratos y también me ha producido un amargo sentir
al leer esos discursos de hombres cultos, inteligentes, buenos políticos y
pensar en los rufianes que mancillan el Congreso con su verborrea y sus
palabras soeces. Había, por aquellos tiempos, lo que llaman la cortesía
parlamentaria que, en estos tiempos revueltos, está ya perdida, tan perdida
como poner el intermitente al hacer una maniobra que no deja de ser, antes que
una norma de tráfico, una norma de cortesía. Pero no nos andamos en estos años que corren con mucho
finuras florentinas y, más que lo italiano, se lleva lo mostrenco. O tempora, o
mores!
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